Roberto Fabelo: espectacular hasta la médula

La apertura de su nueva exposición el 21 de noviembre, en el Museo Nacional de Bellas Artes, reveló que este creador es un fenómeno único dentro de la plástica cubana.

El público camina entre rinocerontes de tamaño natural por la exposición de Roberto Fabelo, recién inaugurada en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes

Foto: Cortesía del autor

Acaba de inaugurarse una nueva edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, pero el evento que arrastraba multitudes ya no consigue despertar el mismo entusiasmo de antes. Todo tipo de actividades culturales siguen sucediendo en la capital con una recepción bastante lánguida, menguada por los avatares de un escenario citadino donde cunden epidemias, catástrofe económica y desaliento.

Por eso lo sucedido el pasado 21 de noviembre, en el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, incita a redimensionar el “fenómeno Roberto Fabelo” y a reflexionar sobre el alcance de las estrategias creativas y curatoriales de este artista cubano de la plástica.

Fabelo no es el músico de moda, pero habría repletado una sala de conciertos con el público asistente a esa noche. Desde una hora antes empezaría a reunirse la gente frente a la fachada acristalada de la pinacoteca y la puerta se hizo demasiado estrecha al instante de entrar. En el momento precedente, Jorge Fernández Torres, director de la institución y curador de la exposición, pronunció unas palabras de introducción a Médula donde aseguraba que esta “nos invita a pensar y a entender que el arte, aunque no cambie la realidad, nos hace reflexionar sobre ella”.

Sin embargo, esa motivación que alude al peso conceptual y hondura de pensamiento de la propuesta visual, según mi percepción, no alcanza para explicar tanta aglomeración y tan variada a la apertura de una muestra de artes plásticas, cuando la afluencia tradicional a este tipo de acontecimientos no excede, generalmente, a la presencia de algunos críticos y periodistas, familiares y amigos del artista, y un grupo exiguo de otros creadores y personas interesadas por la manifestación artística.

El título de la muestra, Médula, alcanza sentido plenamente a través de piezas como esta que alude a la identidad nacional

¡Espectáculo a la vista!

El regreso de la obra del Premio Nacional de Artes Plásticas del año 2004 a los predios de Cuba y, especialmente, de este recinto de Bellas Artes, está envuelto, en mi opinión, de un aura extra, de un plus de expectativas, que no otro que el propio artista ha ido forjando a lo largo de los años con la evolución de su trabajo.

Cuando se corre la voz de que Roberto Fabelo ha llegado para repletar de creaciones suyas el Edificio de Arte Cubano, el tropel acude a ver un “espectáculo”, viene para develar que traerá el nuevo show. Trae en su memoria retiniana el recuerdo de sorpresas anteriores, las imágenes de las renovaciones sucesivas de un artista que ancló inquietantes dibujos a la pared, en sus inicios; para luego dar un salto y ocupar el espacio con no menos sugestivas esculturas, instalaciones y objetos esculturados.

Aclaro que uso aquí la palabra “espectáculo” sin la intención peyorativa de los teóricos de “la sociedad del espectáculo”, quienes aluden a la banalización de la cultura y el mundo en general, con el vaciamiento de sentidos en pos de un culto a la imagen simplemente seductora.

Por el contrario, en Fabelo la grandiosidad de la propuesta artística y su capacidad de fascinación van de la mano de un proceso de acumulación de significados y de creciente ampliación del soporte artístico y la trama conceptual.

Cuando asistimos a Médula en 2025, nos percatamos de que él ha llegado, precisamente, hasta esa sustancia íntima, precisa, y sobre todo esencial, como la que existe en el interior de los huesos, donde se condensa una peculiar trayectoria creativa que abarca desde la mirada del esteta hasta la del inventor de mundos y la del artista filósofo.

Pensada con el criterio curatorial de una muestra antológica, no faltan los grandes calderos y las esferas que quedaron como impronta de épocas anteriores del artista cubano

Punto de giro

Con la obsesión por el dramatismo de Goya y el barroco español, inspirado por la lírica nacional de Martí y Lezama y montado sobre los motivos criollos de una zoología que proviene de su infancia campesina en Guáimaro o del descubrimiento del mar en La Habana ya a los siete años: a base de estos ingredientes, y sostenido por las ganancias de un talento natural para el dibujo y el perfeccionamiento alcanzado con el tránsito por la Academia de San Alejandro y la Escuela Nacional de Arte, se fue forjando bajo la firma de “Fabelo” un cauce temático y un estilo de representación inconfundible.

Aquel a quien el crítico de arte Rafael Acosta de Arriba llama “el más grande dibujante que ha tenido el arte cubano en toda su historia” ha ido conformando con trazos negros sobre papel y cartulina, o a color sobre los lienzos, un universo poblado por zoomorfismos y antropomorfismos, por hombres y animales entreverados, en alusión a esa dualidad de la condición humana.

En la medida que sus piezas fueron alcanzando el equilibrio justo entre ofrecer cánones de belleza y asumir la fealdad, logró Roberto Fabelo elevarse por encima del carácter decorativo e impulsar su creación hasta lo que debe ser meta suprema del arte: ser capaz de decirlo todo.

Y entonces, en la Bienal de Arte de La Habana de 2003, apareció sobre el suelo su Catedral. De inmediato, el espectador cubano la hizo suya, renombrándola “Cafedral”, por tratarse de un sinfín de cafeteras organizadas bajo la forma arquitectónica del recinto religioso.

Con esa pieza, Fabelo saltaba de la bidimensionalidad hacia el mundo en tres dimensiones y se traspasaba de la metáfora existencial a la inmediatez del signo cotidiano. En una deriva hacia la crónica de la realidad nacional donde la vis poética se contaminaba con el humor del narrador costumbrista.

El Fabelo dibujante también ha hecho compendio de sus imágenes icónicas en enormes piezas sobre papel

Mundos que se adicionan

Casquillos de municiones, insectos, cubiertos de cocina, huesos, trozos de carbón, arracimados sobre cinco gigantescas esferas, traían a la mente los cuatro jinetes del Apocalipsis. Mundos lanzaba gritos de guerra, hambre, muerte y del hombre como víctima y a la vez destructor del redondo planeta que es su hábitat único. En su encarnación de 2005, Fabelo fue visto por el auditorio como ente profético y un intelectual que escudriña la realidad contemporánea.

Pero en su metamorfosis de 2008 evocaría a Franz Kafka; y sus monumentales cucarachas con cabezas humanas reptaron por las paredes externas del Edificio de Arte Cubano, para el asombro complacido de muchos y también la repulsión de algunos. Este Fabelo de Sobrevivientes había hecho el viaje desde la realidad exterior hacia la interior; y devenía en psicólogo cuyo descenso al origen de la angustia se entrometía con las contradicciones íntimas y la duplicidad del alma humana.

En 2015, el artista puso en galería enormes calderos vacíos, con el hollín exterior raspado para trazar sobre él sus típicos personajes ambiguos: perros con expresiones humanas, hombres y mujeres con deformaciones anatómicas de centauros y sirenas… Caldosa devolvía a Fabelo a la realidad nuestra, con un símbolo de la solidaridad alimentaria entre cubanos y también de la sempiterna escasez nacional.

Paso a paso, se estaba labrando la reputación del artista mutante, del que no se queda en una sola imagen u objeto que lo identifica y que traerá para la próxima algún impacto novedoso a la retina. Una expo tras otra, él iba dejando impresiones, significados, marcas para quedar guardadas en el imaginario nacional. Mientras, se iba configurando un público que aguardaría con ansias el siguiente espectáculo de Fabelo.

Como ha ocurrido anteriormente, gran cantidad de personas y de distintas procedencias y edades ha corrido a ver la nueva propuesta expositiva del Premio Nacional de Artes Plásticas 2004

Finalmente, metidos en Médula

En el año que Roberto Fabelo arriba al 75 cumpleaños, su trascendencia internacional es cuantiosa y sus periplos por el mundo han puesto su obra en los más exigentes escenarios artísticos de Europa, Asia y Estados Unidos. Le faltaba, a este 2025, su show nacional; y eso es lo que ofrece Médula, a manera de un recorrido antológico, no exento de desmesura en su despliegue por todas las áreas del Edificio de Arte Cubano.

De entrada, un ala entera de la planta inferior ha sido ocupada por una manada de rinocerontes a tamaño natural ―similar, o la misma, con la que intervino tiempo atrás la Plaza del Pilar, de Zaragoza, España, bajo el título de “Liderazgo”―, para hacer que la atención recaiga sobre la “oveja negra”. Más bien, y en este caso, un rinoceronte rojo con el cuerno alzado en dirección contraria al resto.

Quizás sean demasiados animales sólo para recordarnos que habrá siempre un artista a contracorriente, el chico que abandona la tradición familiar y emprende camino propio, un díscolo rompiendo las reglas del juego para establecer una norma distinta, o el valiente que renuncia a lo trillado y se lanza al peligro y lo desconocido para acabar fundando ruta nueva. Pero el cometido se cumple y todo el mundo corre a hacerse la foto, identificado con el susodicho rebelde.

Del otro lado del patio, las grandes ollas se apilan unas sobre otras hasta conformar obeliscos que ofrecen en lo alto un ícono: la esfera, una cabeza vendada, la cafetera…Fabelo se autocita, para beneplácito de los que acudieron a reencontrarse con el “Universo Fabelo” y hacer repaso de sus múltiples creaciones. En varias paredes del recinto y sobre grandes pliegos de papel, la faceta del dibujante desperdiga o agrupa esas imágenes suyas que lo hacen reconocible.

Aquello que más ímpetu de novedad posee, y también mayor poder de sugestión ejerce en el espectador, es la instalación colocada en la zona de las exposiciones transitorias. Una doble fila de cuerdas pende del techo con huesos de animales amarrados al extremo, y en cada una de esas superficies de calcio ha impreso el artista su huella de tinta.

Mientras miro a tantas personas empeñadas en capturar con una instantánea la filigrana delineada encima de esos huesos oscilantes: la palma real, una muchacha con cabello como concha de caracol, el rostro feamente deformado por el grito… pienso en esta pieza como la médula verdadera de la exposición así nombrada.

En ese retablo o compendio de dolor y belleza, de perdición y paraísos, de identidad y abismos, está cifrada la obra de Fabelo todo. Y también su deseo ―y el nuestro― de hallar algo que realmente emocione. Y que nos salve. (2025)

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