Rodolfo Alpízar y la sublime embriaguez de las palabras

Diálogo sobre literatura, traducción y lingüística.

El escritor, traductor y lingüista Rodolfo Alpízar

Foto: Cortesía del entrevistado.

El escritor, traductor y lingüista Rodolfo Alpízar Castillo (La Habana, 1947) hace honor a la fecha de su nacimiento: el Día Internacional de los Trabajadores. Su obra lo testifica con amplitud. Como narrador es autor de una decena de novelas, tres libros de cuentos y una novela para niños; como traductor de lengua portuguesa suma medio centenar de libros de autores de Angola, Brasil, Cabo Verde, Guinea Bissau, Mozambique y Portugal. Su traducción de la novela Levantado del suelo, de José Saramago, en 1989, fue la primera que se hizo en español.

Del propio premio Nobel de Literatura también ha traducido otras novelas y obras de teatro. Pero su labor de lingüista es igualmente mayúscula, e incluye decenas de artículos y más de una docena de libros muy útiles para el uso del idioma español, como Para expresarnos mejor, que ha tenido varias ediciones y reimpresiones desde 1985.

Treinta y dos años después de haber intercambiado con Alpízar —en medio de la Feria del Libro de La Habana 1990— a propósito de su primera novela, Sobre un montón de lentejas (Ediciones Unión, 1989), sostuvimos este diálogo para aprovechar su entusiasmo por las presentaciones —en la FIL de La Habana— de la edición conmemorativa de Levantado del suelo, de su compilación Una cala a la narrativa cubana de hoy, y para celebrar su cumpleaños 75.

José Antonio Michelena (JAM): Alpízar, actualmente tu labor en la narrativa convive con tu trabajo en la traducción, y ambas disciplinas han ido dejándole menos espacio al lingüista, ¿cómo ha sido ese proceso en tu vida profesional y cómo llevas esa convivencia?

Rodolfo Alpízar (RA): No estoy seguro de que traducción y narrativa le hayan dejado menos espacio al lingüista. En cierto momento de mi vida me planteé que no tenía nada nuevo que decir. Es verdad que llegué a ser uno de los más connotados terminólogos en nuestra área (lo dijeron otros, yo solo repito), pero me di cuenta de que me estaba atrasando en relación con los avances de la especialidad, y no tenía nada nuevo que aportar. No acepté una hipotética imagen mía frente a un auditorio, repitiendo lo mismo dicho delante de otros.

Lo que no dejo es la convicción de que el español es parte indisoluble de nuestra condición de cubanos, nuestro patrimonio inmaterial más valioso. Ya no me considero lingüista, pero sigo siendo un enamorado del español.

En cuanto a la traducción y la narrativa, se complementan; se ayudan una a la otra a ser mejores. Cada obra que traduzco es una escuela de narrativa que curso. Y ser narrador me ayuda a ponerme en la piel del autor que traduzco.

JAM: ¿Cómo describirías tu evolución como narrador desde la primera edición de Sobre un montón de lentejas, que fue tu carta de presentación en la novela? Recuerdo que me dijiste por entonces (1990) que habías encontrado la forma de narrar al leer a Saramago. ¿Cómo saliste de ese hechizo y forjaste tu identidad?

RA: En realidad, Saramago no es mi único guía espiritual; también están Cervantes, sobre todo el de El Quijote, y Carpentier en buena parte de su obra. Pero es cierto, al leer y traducir Levantado del suelo descubrí que había una gran similitud entre lo que yo tenía en mente y no me decidía a plasmar y la forma en que Saramago había escrito su novela. Si se quiere, descubrí que era saramaguiano sin saberlo.

Imagen de cubierta de la edición conmemorativa por los 30 años de la primera edición al español. Traducción de Rodolfo Alpízar.

Más que hechizo, fue el hallazgo que estaba en mí lo que buscaba. Pero la influencia de Saramago es más ideológica que formal, por la manera como enfrento la labor que realizo, no por cómo la escribo. Y eso que llamas “mi identidad”, si existe, es algo surgido de mi sentido de responsabilidad con el acto creativo y mi respeto a los lectores.

Ese respeto es la causa de que, por ejemplo, antes de escribir Brindis por Virgilio estudiara el alcoholismo y participara en sesiones de Alcohólicos Anónimos, y al escribir Estocolmo investigara sobre el síndrome así nombrado y conversara con personas que me narraron experiencias personales. Lo mismo ha sido con las novelas propiamente históricas, como Robaron mi cuerpo negro, Empecinadamente vivos, o Evangelios, encuentros y desencuentros, y otras en que lo histórico está más mezclado, como Entre príncipes y habaneras, o Sobre un montón de lentejas.

JAM: Al repasar tu novelística se observa una diversidad de temas, desde la Historia hasta los más palpitantes asuntos de actualidad. ¿Qué te compulsa más a escribir y cómo manejas, al narrar, esa mezcla de realidad y ficción?

RA: He buscado, pero no he podido encontrar una respuesta satisfactoria a esa pregunta. En el caso de Sobre un montón de lentejas, antes mencioné que varias historias sueltas me rondaban; en 1985, al estar separado de mi familia tres meses, esas historias me sirvieron para aliviar la nostalgia. Mientras las escribía, surgieron nuevas tramas y nuevos personajes. Caí en un verdadero estado de fiebre creativa: Apenas dormía, y me venían ideas en medio de cualquier actividad que estuviera realizando. En cuarenta y cinco días armé la novela; después vino el trabajo de pulido, la parte del escritor orfebre, más demorada.

Rodolfo Alpízar y Santiago Ruy Sánchez de Orellana, responsable de Asuntos Culturales en la embajada de México en Cuba, durante la presentación de Una cala a la narrativa cubana de hoy.

Esos “accesos de inspiración” me han ocurrido varias veces. Por ejemplo, deseaba escribir una obra sobre la esclavitud, pero el personaje histórico en quien pensaba centrarme apareció en una novela. Una frase en un texto de José Luciano Franco, leída en la biblioteca de la Casa de África, me inspiró Robaron mi cuerpo negro, una de mis más importantes novelas; es histórica, pero también es la historia de un amor morboso que enfrenta dos personajes muy opuestos: la esclava Fermina y el mayoral Blanco Gordo. Esta obra recibió mención especial del jurado del premio Alejo Carpentier 2015, me fue reclamada por el director de Letras Cubanas, y el día de su presentación logró una venta de más de doscientos ejemplares. Desapareció de inmediato en las librerías.

Pero la crítica la desconoció. No se refirieron a ella las feministas (Fermina es una de las escasas protagonistas de una novela cubana), ni los interesados en la racialidad (Fermina era negra), ni quienes abogan por el rescate de nuestras historias no contadas (la esclava Fermina existió, pero es desconocida).

Mi primera preocupación es no mentir en los datos históricos, y la segunda, intentar meterme en la piel de los personajes (si lo logro o no es otro asunto). Cuando el personaje es ficticio resulta cómodo, pues le pongo la biografía que me acomode; si es real es más complejo, pero en ambos casos intento no ir más allá de lo que yo admitiría como lector, pues mientras escribo voy leyendo al autor que escribió lo que puse en blanco y negro.

Conmigo siempre hay un lector presente, y me pregunto cómo asimilará mi propuesta. No me admito mentirle, ni en lo histórico ni en lo puramente ficcional. Trato de no poner nada en mi historia, ni siquiera un giro lingüístico, que ese lector que va siempre conmigo no aceptaría.

JAM: A un lector que desconozca tu obra, ¿qué le dirías para seducirlo y orientarlo, para proveerle una hoja de ruta?

RA: Si se trata de seducirlo, le diría que en casi todas mis obras hay erotismo (creo que solo falta en Habrá milagro, una novela de amor), con bastante humor e ironía (en algunos casos bastante ácido), y un uso esmerado del lenguaje.

En cuanto a orientaciones, La sublime embriaguez del poder pudiera considerarse una novela humorística; es una parodia de las novelas de dictadores, donde el humor y la ironía, incluso el erotismo, en realidad contienen lecturas más profundas.

Para quien se interese en la temática del alcoholismo, Brindis por Virgilio no va a decepcionarlo. Aquí una mujer es el personaje principal. Esas dos novelas, y Estocolmo, son de temas generales y no se sitúan en Cuba. Las mencionadas en párrafos anteriores sí.

Sobre un montón de lentejas, Entre príncipes y habaneras, Viviendo con Lesbia María y la próxima en aparecer, Memoria sin casa, autobiografía no autorizada (editorial McPherson), forman una cuatrilogía casual; esto es, enlazan unas con otras accidentalmente y tienen mucho que ver conmigo mismo. (2022)

Su dirección email no será publicada. Los campos marcados * son obligatorios.

Normas para comentar:

  • Los comentarios deben estar relacionados con el tema propuesto en el artículo.
  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los comentarios que incumplan con las normas de este sitio.