Calor: amenazas detrás de un abanico

Regiones, países y personas empiezan a percibir en sus vidas los efectos del cambio climático, un fenómeno global, gradual e inevitable.

Jorge Luis Baños - IPS

Las temperaturas en aumento y la mayor frecuencia de sequías e inundaciones pueden comprometer la seguridad alimentaria, advierte la Organización Mundial de la Salud.

“Si esto es en mayo y junio, ¿qué nos espera para agosto?”. La frase suele ser recurrente en Cuba, verano tras verano. Y luego, ya bien entrado el mes de septiembre, cubanas y cubanos se quejan de que “a estas alturas del año todavía el calor es insoportable” y se preguntan cuándo llegará el primer “frente frío” de la temporada.

Durante años, especialistas del clima del Instituto de Meteorología (INSMET), aprovecharon diversos espacios de los medios de comunicación para aclarar las diferencias entre temperatura y sensación térmica , descartando incrementos sistemáticos y pronunciados de la temperatura media, quizás en un intento de atajar esa tendencia de los habitantes de esta isla a ser “hiperbólicos y desmesurados”, como dijera una suerte de parodia muy conocida, atribuida a una edición de la revista estadounidense Selecciones del Reader Digest, de 1947.

Sin embargo, en el verano de 2010, hace apenas dos años, muchas abuelas del patio tuvieron la posibilidad de exclamar “ya lo decía yo”. El Centro Nacional del Clima, del INSMET, informó a la prensa nacional que durante el mes de junio de ese año se había reportado la temperatura más alta para ese mes en la isla desde 1951.

Según el INSMET, el comportamiento de la temperatura se mantuvo por encima de lo habitual en todo el país, con registros muy superiores en las zonas occidental y central, “que alcanzaron un valor de 28,8 grados Celsius”, publicó el diario Granma en agosto de ese año.

Los territorios donde los termómetros se elevaron más fueron, además de la capital, la entonces aún provincia de La Habana y las centrales de Cienfuegos, Villa Clara y Sancti Spíritus, a unos 350 kilómetros promedio de la urbe capitalina.

Por si fuera poco, se registraron dos récords mensuales absolutos de temperatura máxima en las estaciones de Cayo Coco y Cienfuegos –ambas en el centro del archipiélago-, donde se marcaron 35,1 y 36,6 grados Celsius, respectivamente.

El Centro del Clima dio cuenta también de que la temperatura superficial del mar en el océano Atlántico y en el Mar Caribe alcanzó, en meses previos a junio de 2010, valores promedio similares o superiores a los de 1998 y 2005, considerados entre los años de más elevadas temperaturas en la historia.

En general, las cuentas de los climatólogos concluyeron que el clima cubano se ha calentado casi un grado (0,9) en los últimos 60 años y la escalada de los termómetros no solo aparece en los registros del verano, sino también durante el apenas frío invierno cubano.

“El mayor incremento ocurrió en la temporada invernal con unos 1,4 grados Celsius por encima de los registros anteriores”, sostuvo ante la prensa local, en agosto de 2011, el doctor en Ciencias Ramón Pérez, especialista del citado Centro del Clima.

Pérez confirmó al noticiero matutino de la televisión nacional que la elevación promedio de las temperaturas en las últimas seis décadas se debió a la mayor radiación solar y a las sequías, que se hicieron más agudas y prolongadas.

El experto, además, ratificó los dictados de la sabiduría popular al explicar que la sensación térmica que sienten las personas en el verano cubano suele ser cuatro grados más alta que la temperatura reinante en el entorno. Pero descartó la posibilidad de que en este lado del mundo ocurra una ola de calor, pues debido a la condición insular del territorio cubano, la brisa marina resulta un factor atenuante para tales extremos.

Miradas a un planeta caliente

Las cuitas con los abanicos no están siendo problema solo de esta nación caribeña.

En 2010 se registraron temperaturas máximas históricas en más de 17 países del orbe y especialistas afirman que la pasada década (2000-2010) fue la más calurosa de la que se tiene registro. En Rusia, por solo citar un ejemplo, los incendios forestales cubrieron al país de humo, en el que se ha evaluado como el verano más caluroso en ese país en los últimos mil años.

Las lluvias torrenciales en Asia provocaron grandes inundaciones y deslizamientos de tierra mortales en Pakistán, Cachemira, Afganistán y China; un gran bloque de hielo se desprendió de Groenlandia, dejando una isla de hielo de cuatro veces el tamaño de Manhattan navegando en el océano y la sequía complicó la economía de Níger y de la región africana de Sahel.

De acuerdo con el Instituto de Investigaciones del Ártico y la Antártida, durante el pasado 2011 las regiones árticas registraron las temperaturas más altas de los últimos 50 años, para situarse entre tres y cuatro grados Celsius por encima de la media anual. En consecuencia, la reducción de la masa total de los hielos oscila alrededor del 55 por ciento, en comparación con el promedio registrado en las dos últimas décadas del pasado siglo XX.

“Calor, calor, calor es el nombre del juego este año en el planeta Tierra”, dijo el meteorólogo Jeff Masters, co-fundador y director de meteorología de Weather Underground, un servicio de información meteorológica en Internet. Masters, bloguero aficionado a los asuntos del clima con muchos seguidores en la red de redes, vincula las condiciones meteorológicas extremas con los efectos del cambio climático.

“Cada vez tendremos más años como este, en los que suceden acontecimientos de una magnitud increíble que provocan muertes y una destrucción tremenda. Lo que me preocupa es que, en la medida en que estas condiciones climáticas extremas continúen aumentando en las próximas décadas y aumente la población, la capacidad de la comunidad internacional de responder a estos desastres y brindar ayuda a las víctimas se verá forzada al límite”, suscribió.

Las culpas del cambio climático

Pero, ¿qué es el cambio climático?, se preguntan no pocos internautas seguidores de Masters y personas de todo el mundo.

Según especialistas cubanos de diversas disciplinas vinculadas al ambiente, es más fácil comprender el llevado y traído término si se entiende primero qué es el clima. Así, lo definen como el “resultado de los múltiples procesos que ocurren entre la atmósfera, la superficie terrestre, las aguas, los hielos, las nieves y la vida, los cuales componen el sistema climático”, según el folleto “El Cambio Climático y la zona costera cubana. Nuestros científicos alertan…”, publicado por el CITMA en 2011.

El sistema climático (ver esquema 1) es muy complejo y variable en tiempo y lugar, precisa el texto. Por eso el clima está referido “a la media del estado del tiempo que hace en una localidad o en una región del planeta”, durante una larga etapa, que abarca como mínimo unos 30 años.

El sistema climático, sus componentes y procesos principales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Igualmente, los autores señalan que el sol es la fuente de energía principal de este sistema y su relación con la atmósfera y la superficie del planeta, por tanto, es fundamental para comprender el cambio climático, que no es más que “la variación que se produce por el calentamiento de la atmósfera cercana a la Tierra, debido a la acumulación de los gases de efecto invernadero de larga vida, sobre todo el dióxido de carbono (CO2).

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMCC), por su parte, lo define como “un cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial, y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante periodos comparables”.

Pero una y otra explicación del fenómeno coinciden en que el cambio climático es global, gradual, inevitable y pudiera acelerarse en el futuro, trayendo consecuencias lamentables para la vida en la Tierra (ver esquema 2).

Efectos del cambio climático

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por obra y gracia de este fenómeno, estudiosos como Masters han pronosticado que para 2100 algunos ecosistemas terrestres como los manglares, pantanos y arrecifes de coral, entre otros, resultarán especialmente afectados por el cambio climático en diferentes regiones, como las costas bajas en los trópicos o algunas islas pequeñas. De hecho, en toda el área del Caribe se registra ya un acusado blanqueamiento de los corales, algo que está impactando en las pequeñas naciones insulares del área que tienen a la actividad turística entre sus primeras fuentes de desarrollo económico.

Igualmente, se prevé que fenómenos climáticos extremos como ciclones tropicales, grandes inundaciones y sequías aumenten su intensidad y sus efectos.

En Cuba, el cambio climático ha ido conformando un clima más variable y cálido, donde la temperatura promedio anual aumentó 0,6 grados Celsius desde mediados del pasado siglo. El nivel del mar ha subido hasta 8,56 centímetros en los últimos 40 años en algunas zonas y la actividad ciclónica ha sido muy variable.

“En la actualidad, estamos en una etapa muy activa; desde 2001 y hasta la fecha nos han afectado siete huracanes intensos”, afirma el texto del CITMA.

Por su parte, la frecuencia de los períodos con sequía ha presentado un aumento desde 1960, con particular incidencia en la región oriental del país. El 84 por ciento de las playas y 71 por ciento de las barreras coralinas están afectadas por la erosión que genera la acción del hombre y el oleaje intenso de ciclones o frentes fríos; y 28 por ciento de los manglares, primera línea de defensa contra fenómenos naturales, está afectado de alguna manera.

En general, la principal amenaza para el futuro de las zonas costeras es la subida gradual del nivel medio del mar, en 27 centímetros para 2050 y en 85 para fines de este siglo. Las costas bajas serán las más afectadas por la inundación permanente del agua de mar, “lo que provocaría en 2100 la pérdida de un área de superficie terrestre nacional, que es más o menos similar al tamaño de la provincia de Santiago de Cuba”, asevera el folleto “El Cambio Climático…”

Además, el avance del agua de mar hacia el interior de la isla disminuirá las reservas y la calidad del agua dulce para el consumo de las personas, los animales y los cultivos.

El doctor José Rubiera, director del Centro de Pronósticos del INSMET, explicó a la quincenal revista Bohemia que, a pesar de haber experimentado “inviernos muy fríos como el de 2010”, el proceso de calentamiento global es un cambio de largo plazo y se constata al avivarse la temperatura del planeta “no solo con veranos más calientes, sino con inviernos menos fuertes” en general.

Sistemas de salud en la mirilla

Ningún espacio de la vida cotidiana escapará de los efectos del cambio climático y, entre ellos, las afectaciones a la salud humana despiertan particular preocupación, a pesar de ser un tema poco abordado.

De las 190 naciones que acudieron a la reunión de Copenhague sobre el cambio climático en 2009, solo una incorporó en su delegación un asesor en materia sanitaria, se cuestiona el galeno cubano Pedro Más Bermejo, doctor en Ciencias del Instituto de Medicina Tropical «Pedro Kouri» (IPK).

“Tal vez, en el punto en el que estaban las negociaciones, no fue considerado el momento adecuado para que los expertos en materia sanitaria tomaran la palabra pero, si no, ¿cuándo?”, se pregunta el experto en su artículo “El cambio climático: un reto para los sistemas de salud”.

Un número de la prestigiosa revista The Lancet, publicada la primera semana de diciembre de 2009, justo en la víspera de la citada Cumbre de Copenhague, prestó especial atención al vínculo que existe entre las políticas medioambientales y de mejora de la salud pública, poniendo como primer ejemplo el ahorro energético y de salud que representaría hacer de los hogares, tanto en los países pobres como en los ricos, lugares más eficientes en materia de energía y en contribuir a reducir la contaminación.

Según un estudio de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, combinar el aislamiento, la ventilación, el cambio de combustibles y la concientización ciudadana evitarían, en un país como el Reino Unido de Gran Bretaña, unas 5.500 muertes prematuras y la emisión a la atmósfera de 41 megatoneladas de dióxido de carbono (CO2).

Negar que el cambio climático conlleva efectos directos e indirectos sobre la salud no es un escenario creíble, aunque resulta innegable que efectos directos como el aumento potencial de las defunciones debidas a la mayor frecuencia y gravedad de olas de calor, por solo poner un ejemplo, son más fáciles de predecir que los efectos indirectos mediados por la alteración de los ecosistemas, probablemente más graves, pero también a más largo plazo.

Un solo ejemplo basta para ilustrar tal afirmación. Los cambios de patrones de distribución de las poblaciones de mosquitos producto del cambio climático “modifican la incidencia de la malaria, del dengue y de otras enfermedades de transmisión vectorial en grandes zonas del mundo, incluidas algunas de las que hoy se encuentran libre de ellas”, afirma el doctor Más.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo tiene claro: el cambio climático pone en riesgo los pilares básicos de la salud y ello lo convierte en una cuestión sobre la cual los sistemas de salud deben ocuparse.

Esta organización internacional distingue cinco grandes efectos sanitarios entre los que puede causar el cambio climático:

1. El sector agrícola es muy sensible a la variabilidad del clima. Las temperaturas en aumento y la mayor frecuencia de sequías e inundaciones pueden comprometer la seguridad alimentaria. Se prevé que el incremento de los casos de malnutrición será especialmente grave en los países donde hay grandes poblaciones que dependen de una agricultura de subsistencia de secano. La malnutrición, causada en gran parte por sequías periódicas, provoca ya unos 3,5 millones de defunciones anuales.

2. La mayor frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos conlleva un mayor riesgo de mortalidad y de traumatismos por tormentas e inundaciones. Además, tras las inundaciones se declaran a menudo brotes de enfermedades, como el cólera, sobre todo cuando los servicios de abastecimiento de agua y saneamiento se han visto dañados o destruidos. Las tormentas e inundaciones son ya uno de los desastres naturales más frecuentes y mortíferos.

3. Tanto las situaciones de escasez de agua –que es esencial para la higiene–, como el exceso de agua por precipitaciones más frecuentes y torrenciales aumentará la carga de enfermedades diarreicas, que se propagan a través de alimentos y agua contaminados. Las enfermedades diarreicas son ya la segunda causa infecciosa de mortalidad en la niñez y acarrean alrededor de 1,8 millones de defunciones cada año.

4. Las olas de calor, especialmente en las “islas de calor” urbanas, pueden aumentar directamente la morbilidad y la mortalidad, principalmente entre las personas de edad con enfermedades cardiovasculares o respiratorias. Aparte de las olas de calor, las temperaturas altas pueden aumentar el ozono al nivel del suelo y acelerar el inicio de la estación del polen, favoreciendo así los ataques de asma.

5. La variación de las temperaturas y de la pluviosidad alterará la distribución geográfica de insectos vectores que propagan enfermedades infecciosas. De esas enfermedades, la malaria y el dengue son las que más inquietud suscitan en el campo de la salud pública.

¿Cómo experimentará Cuba estos efectos?

Según el doctor Más, se prevén incrementos en algunas enfermedades tales como las infecciones respiratorias agudas, las enfermedades diarreicas agudas, las hepatitis virales y la varicela, entre otras.

Además, “teniendo en cuenta el envejecimiento de la población cubana y el perfil de mortalidad por las afecciones no transmisibles, resulta deseable emprender investigaciones que relacionen el cambio climático con enfermedades tales como las cardiopatías isquémicas, las cerebrovasculares, así como algunos tipos de neoplasias malignas”, asevera este médico.

Resultados de estudios biometeorológicos desarrollados en la isla dan sustento a la recomendación de Más. Durante varios años, el doctor Luis Bartolomé Lecha Estela, quien laboró en el Centro de Estudios y Servicios Ambientales, en Villa Clara, al centro de la isla, diseñó y validó un Sistema de Avisos y Alertas para la Salud Humana (SAAS) que partía de de reconocer que “los efectos del tiempo y el clima sobre la salud humana son predecibles y se puede alertar oportunamente sobre su ocurrencia a las autoridades e instituciones de salud”, reconoce el artículo “Pronósticos biometeorológicos: vía para reducir la ocurrencia de crisis de salud”, publicado en la Revista Cubana de Salud Pública, correspondiente al período enero -marzo de 2008 (No. 1 Vol. 34).

Más allá del empeño popular en reconocer estornudos como preámbulos de cambios del clima, o de asociar dolores reumáticos a una próxima lluvia, el SAAS, mientras funcionó, permitió relacionar enfermedades como el asma bronquial, las cardiovasculares, los accidentes cerebro-vasculares, las crisis hipertensivas, las cefaleas y algunos tipos de infecciones respiratorias agudas a cambios bruscos del estado del tiempo; y en consecuencia, adoptar los planes de acción y las medidas profiláctico-preventivas de respuesta que minimicen los impactos desfavorables, entre ellos, “disminuir la morbilidad y mortalidad, o reducir los riesgos de letalidad asociados a la ocurrencia de fenómenos hidrometeorológicos peligrosos para la vida humana”, explica el citado artículo.

Adaptación y mitigación: dúo complejo

Más allá de sus impactos múltiples, aún en estudio alrededor del mundo, y de las polémicas cotidianas sobre si hoy mismo hace más calor que una década atrás, expertos y políticos coinciden en que no es un escenario recomendable mantenerse pasivos ante el cambio climático.

Esa grave problemática global demanda la adopción de políticas y medidas de respuesta, eficaces y oportunas, entre las cuales se destacan las llamadas de adaptación al cambio climático y las de mitigación de emisiones de GEI.

En ese camino, el Gobierno cubano cuenta con un programa de enfrentamiento al cambio climático, donde participan tanto los Ministerios como los Órganos Locales del Poder Popular, dirigido a contrarrestar los efectos de este fenómeno en los planes de desarrollo del país.

La historia de ese proyecto de protección tiene años. Según Orlando Rey, director de medio ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), desde épocas tempranas se evidenció un interés del país en la protección ambiental, lo cual se confirmó con la promulgación de la primera Ley Forestal en 1959 y, con ella, la creación de nueve parques nacionales.

Pero sin dudas fue la celebración en 1992 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, Brasil, también conocida como Cumbre de la Tierra, un hito importante en el camino de frenar la amenaza creciente del ser humano al medio ambiente.

La primera expresión concreta de ello, a juicio de Rey, ocurrió en el propio mes de la Conferencia de Río. En ese año se discutía con el pueblo cubano una reforma constitucional, en la cual se incluyó la modificación del artículo 27 de la Carta Magna, que originalmente solo se refería a la protección del medio ambiente. A partir de la reforma, se introdujo el concepto de desarrollo económico y social sostenible.

En 1994 se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, con lo cual se fortalece institucionalmente la protección ambiental y posteriormente, en 1997, la Asamblea Nacional del Poder Popular aprobó la Ley 81 del Medio Ambiente, que ha servido de base para importantes legislaciones complementarias, normas y otros instrumentos de gestión ambiental, incluidos elementos regulatorios y de supervisión estatal.

Otras de las herramientas con las que cuenta el país para la implementación de su política en este sentido son las estrategias ambientales, tanto nacionales como sectoriales y territoriales. La nacional fue adoptada por primera vez en 1997 y estuvo vigente hasta 2007, momento a partir del cual se confeccionó una segunda edición para el periodo 2007-2010.

“En la actual Estrategia, enmarcada para la etapa 2011-2015, se identifican como los principales problemas ambientales del país la degradación de los suelos, las afectaciones a la cubierta forestal y la contaminación —ya sea ocasionada por residuales líquidos o sólidos, las emisiones a la atmósfera y la contaminación sónica, productos químicos y desechos peligrosos. También se señalan la pérdida de la diversidad biológica, la carencia y dificultades con la disponibilidad y calidad del agua, así como los impactos del cambio climático”, detalló Orlando Rey a la prensa local.

Por su parte, la investigadora Gisela Alonso, presidenta de la Agencia de Medio Ambiente en la isla, asevera que ese programa de enfrentamiento “tiene en cuenta estudios de peligros de vulnerabilidad y riesgos ante desastres naturales”, destacó en entrevista con la agencia de noticias Prensa Latina.

Pero también forman parte del programa investigaciones relacionadas con penetraciones del mar, fuertes vientos, intensas lluvias, inundaciones, sequías intensas, así como el manejo del agua y el ordenamiento territorial, en los ámbitos nacional, regional y local.

Muchos de los resultados obtenidos en esos estudios se incorporan no solo a los planes de enfrentamiento a desastres, sino también en las nuevas inversiones que se planifican en las zonas costeras del país, explicó la experta en un encuentro regional reciente donde se divulgaron los resultados del informe especial del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), relativo a fenómenos meteorológicos extremos y desastres.

En la cita, celebrada en La Habana este verano, participaron representantes de gobiernos, empresarios, Organizaciones no Gubernamentales y académicos de Cuba y el Caribe, con el objetivo de mejorar sus conocimientos sobre manejo de riesgos con vistas a lograr la toma de buenas decisiones.

Aprobado en noviembre de 2011 y elaborado por cerca de 200 expertos de 62 naciones, el documento advierte sobre las consecuencias del cambio climático y su costo económico.

Ramón Pichs Madruga, copresidente del Grupo de Trabajo III del IPCC, explicó a IPS que la investigación propone políticas destinadas a evitar, prevenir, responder y recuperarse de eventos extremos del clima, reducir su impacto y aumentar la capacidad de enfrentamiento a personas expuestas a ellos, temas que además formarán parte del V Informe de evaluación del IPCC, a concluir en 2014.

* Periodista cubana

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