Efectos del cambio climático en el turismo del Caribe

La variabilidad climática puede impactar negativamente a los países caribeños, llamados a buscar estrategias de adaptación apropiadas.

Archivo IPS Cuba

Los obstáculos sobre la arena dificultan la dinámica natural de la playa y facilitan la erosión por los agentes meteorológicos.

El turismo es una de las mayores industrias del mundo y resulta el sector que más contribuye al desarrollo económico global. El Caribe fue la segunda región del planeta con más rápido crecimiento del turismo durante la década de los ochenta y principios de los años noventa del pasado siglo; pero en la actualidad ya ocupa el primer lugar, con ganancias extraordinarias que crecen de 5,107 millones de dólares estadounidenses en 1985 a más de 20.000 millones de dólares en 2005, lo que representa un aumento de 400 por ciento en sólo 20 años[i] .

Tradicionalmente, el producto turístico caribeño ha sido de “sol y playa”, por lo que en las zonas costeras se concentra la mayor parte de la infraestructura del sector. Precisamente, la urbanización excesiva e indebida de las zonas costeras ha atentado contra la propia calidad del recurso natural que se utiliza, llevando a la degradación de las playas y a la pérdida de mercados tradicionales. Entonces, en los últimos tiempos el sector turístico ha venido desarrollando opciones más vinculadas con el disfrute de la rica biodiversidad de la región y de los numerosos espacios naturales protegidos, terrestres y marinos, lo que ha potenciado las opciones ecoturísticas como alternativa y complemento válido del producto ya establecido de “sol y playa”.

No hay ninguna duda de que la demanda de ambas ofertas ha venido creciendo en el Caribe durante los primeros años del presente siglo, desplazando a otros productos exportables y convirtiéndose en la primera fuente de ingresos en casi todos los países del área, incluida Cuba. La región dispone de los atributos naturales y recursos económicos necesarios para facilitar el desarrollo de estas ofertas en sus zonas costeras y áreas protegidas. Si a ello se suma la rica cultura e historia de la región, el agradable y amistoso trato de la población y el bajo nivel de violencia y peligrosidad social, es evidente que el sector del turismo en el Caribe tiene una importancia estratégica para todos los gobiernos y cualquier daño directo o indirecto a sus actividades casi alcanza la categoría de amenaza para la seguridad económica nacional.

Entonces, desde que se tiene una percepción más clara de que estaban ocurriendo anomalías en el sistema climático mundial y que ello podría tener repercusiones globales importantes en las principales actividades humanas, la pregunta a responder es: ¿cuáles pueden ser los efectos potenciales del cambio climático en el turismo del Caribe y cómo esos efectos negativos se pueden minimizar o evitar?

Una de las primeras valoraciones de los efectos potenciales del cambio climático sobre la economía de los países caribeños se hizo por un grupo de expertos reunidos en el Taller “El Niño y los eventos extremos del tiempo en la cuenca del Caribe”, celebrado en la ciudad de La Habana, entre el 9 y 12 de enero de 1996. La evaluación de estos efectos potenciales se apoyó en las características y tendencias observadas de los principales indicadores del clima de la región, así como en los resultados de modelos de la circulación atmosférica, los estudios sobre la formación y frecuencia anual de huracanes; y también considerando problemas aplicados como las enfermedades de las plantas, el turismo y la salud humana.

La realidad climática y el comportamiento de los eventos meteorológicos extremos en la región del Caribe, durante los 17 años transcurridos desde aquel taller inicial, han demostrado la validez de los resultados presentados entonces y corroboran la urgente necesidad de pasar a la etapa de preparación de las acciones de mitigación y adaptación a las nuevas condiciones que tendrá el entorno climático regional. Con ese sentido ha sido elaborado el presente trabajo.

El escenario climático regional más probable

Existen, en términos generales, coincidencias en las salidas de los modelos climáticos globales y regionales sobre el comportamiento de los escenarios climáticos en la región del Caribe, los cuales señalan un aumento lento, pero progresivo, de la temperatura del aire y del nivel medio del mar; un aumento del número de días con influencia anticiclónica subtropical, lo que alarga el ya extenso verano caribeño; una disminución del número anual de días con lluvia, o sea, un aumento de la frecuencia y duración de los períodos de sequía; aunque no del total anual de precipitación, lo que hace suponer una compensación de efectos que implica el aumento de los días con mucha lluvia. Luego, aumentará la variabilidad espacio-temporal del régimen de precipitaciones y pueden coexistir períodos de sequía con la ocurrencia de eventos de lluvias intensas e inundaciones.

Por su parte, durante la estación menos lluviosa, se debe producir una disminución de la influencia de los sistemas frontales y masas de aire continentales (condiciones de tiempo invernal), al retraerse la base de los Oestes a una latitud promedio cerca o por encima de los 20 grados Norte. O sea, se reduce la duración del invierno, que ocurrirá en forma de episodios temporales de tiempo invernal. Sin embargo, al aumentar globalmente el contraste de calor y energía entre latitudes bajas y altas, puede aumentar en esta época del año la frecuencia e intensidad de aquellos procesos meteorológicos que favorecen el intercambio latitudinal de masa y energía, tales como las corrientes de chorro subtropicales y los ciclones extra-tropicales. En ambos casos existe la posibilidad de ocurrencia de condiciones de tiempo severo, especialmente en la región más occidental del Caribe.

La tendencia anual de la temperatura del aire observada en Cuba entre 1951 y 2010, tomada como referencia de la zona occidental del Caribe, muestra un aumento claro de casi 0,8°C a lo largo de dicho período. Este valor se corresponde con los resultados de modelos climáticos regionales como el de Hadley. Las salidas disponibles de este modelo muestran un aumento superior a los 6°C de la temperatura máxima media en superficie del mes de julio para la región central de Cuba y algunas zonas de Centroamérica en 2050, con respecto a los valores normales del período que abarca de 1961 a 1990.

Este aumento de las temperaturas diurnas tendría una gran repercusión en el turismo de la región, en lo que se refiere al aumento del estrés por calor, de los requerimientos de uso de los sistemas de ventilación artificial y aire acondicionado, la reducción del número de días con bienestar térmico a lo largo del año, la reducción del período de bienestar térmico durante el día y el aumento potencial de bacterias, virus y vectores transmisores de variadas enfermedades, al disponer de un hábitat más cálido y favorable.

Otros modelos climáticos coinciden en las tendencias antes expresadas, pero son más conservadores en la magnitud de los escenarios futuros. Según los resultados del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático 2007 (IPCC por sus siglas en inglés) el aumento de la temperatura media anual y en los trimestres más frío y más cálido del año para la zona del Caribe en los años 2080-2099 no excedería 2,5°C; mientras que, en el caso de las precipitaciones, sí se aprecia una disminución de hasta el 30 por ciento de las precipitaciones en el trimestre más cálido, de hasta el 15 por ciento en el trimestre más frío, y de hasta el 20 por ciento en el año.

Luego, aunque es cierto que aún existen imprecisiones, diferencias e incertidumbres en los estimados de los escenarios futuros, según las diferentes aproximaciones y modelos disponibles, también está claro que se ha ido produciendo una convergencia de los resultados, lo que va despejando las incógnitas existentes sobre los impactos potenciales que el cambio climático puede producir sobre las principales actividades humanas, incluyendo el turismo en todas sus modalidades.

Impactos potenciales sobre el turismo

En la actualidad, gobiernos de la región e instituciones relacionadas con la industria del turismo han comprendido la importancia de estar al tanto de las posibles consecuencias del cambio climático en este sector. Se han desarrollado varias acciones regionales para monitorear e identificar cualquier tendencia significativa o la ocurrencia anormal de eventos climáticos y meteorológicos en la región caribeña. La cooperación internacional entre los países involucrados está avanzando para facilitar el intercambio de información, el apoyo mutuo y la difusión adecuada de los resultados. Los campos priorizados para el estudio de los efectos potenciales del cambio climático en la industria del turismo son los siguientes:

-Los huracanes, sus trayectorias, frecuencia e intensidad.

-La conducta de otros eventos de tiempo severo.

-Los eventos de lluvias intensas y la ocurrencia de sequías.

-La llegada de nubes de polvo desde el desierto de Sahara y sus consecuencias.

Desde 1995 la frecuencia e intensidad de la actividad ciclónica en la cuenca del océano Atlántico está aumentando, con un registro absoluto de 27 tormentas con nombre en 2005. En particular, la región caribeña fue afectada por más del 75 por ciento de los ciclones formados en ese período, con un número importante de huracanes de gran intensidad y vientos máximos sostenidos superiores a 210 Km/h (categorías 4 y 5 de la escala Saffir-Simpson), como Mitch (1998), Iván (2004), Ike y Gustav (2008), entre otros que azotaron los territorios del Caribe.

Según el interesante libro de Ramos Guadalupe[ii], en los 208 años comprendidos desde 1750 a 1958, los huracanes provocaron 22 situaciones de desastre en Cuba; mientras que solo en los 49 años entre 1959 y el 2008, los huracanes produjeron en el país 11 situaciones de desastre, o sea, se pasa de un desastre por decenio a poco más del doble en los últimos 50 años. Este aumento en la frecuencia de ocurrencia e intensidad de los huracanes más intensos tiene un considerable impacto en la industria del turismo, principalmente debido a las enormes pérdidas económicas por daños a la infraestructura. Ejemplos recientes demuestran la elevada vulnerabilidad de la infraestructura general y de las instalaciones turísticas en las zonas costeras.

Por otra parte, estudios recientes muestran una expansión del área marina caribeña con temperatura de la superficie del mar superior a 28°C, desde 1920 hasta 2005.

 

 Expansión del área marítima caribeña con temperatura de la superficie del mar superior a 28°C, desde 1920 a 1925 y de 2000 a 2005.

De igual forma, se ha encontrado en las series climáticas de los últimos 160 años una correlación elevada y directa entre el número anual de ciclones tropicales en la cuenca Atlántica y el valor de la temperatura de la superficie del mar (SST por sus siglas en inglés).

El impacto de los huracanes en las zonas costeras es enorme. Ellos pueden transformar la línea de costa y trasladar objetos muy grandes tierra adentro, dañar sensiblemente la infraestructura construida de las ciudades costeras y dejar a su paso miles de muertos y pérdidas materiales incontables. Ejemplos de ello hay muchos en la región caribeña.

Esto representa un desafío para el desarrollo de nuevos hoteles y otros productos turísticos y servicios en la región, debido al aumento en el tiempo de recuperación de estas inversiones, en caso de que sean dañadas por huracanes u otros eventos meteorológicos peligrosos. También las compañías de seguros elevan sus tasas de interés, por lo que este factor es una dificultad objetiva para el normal desarrollo económico y funcionamiento de la industria turística regional.

En los trópicos, aparte de los ciclones tropicales, se observan otros eventos meteorológicos peligrosos. Entre los más frecuentes están las tormentas eléctricas y, dentro de ellas las denominadas tormentas locales severas (TLS). En la región caribeña la ocurrencia de tormentas puede observarse durante todo el año, pero tiene un máximo bien definido en la estación lluviosa (mayo a octubre). Sin embargo, la ocurrencia de tormentas severas es más frecuente al principio de la estación lluviosa[iii]. Bajo las nuevas condiciones derivadas de un cambio del clima, cabe esperar un aumento de los procesos convectivos durante el verano y una mayor probabilidad de ocurrencia de tormentas locales severas.

En una reciente investigación[iv] se demostró que el número total de días lluviosos en Cuba está disminuyendo, mientras que el total anual de precipitación sigue siendo casi igual. Entonces, la cantidad de precipitación por cada día lluvioso está aumentando. Al mismo tiempo, la frecuencia e intensidad de los procesos de sequía en las Antillas Mayores están aumentando progresivamente desde 1990. Esta conducta del régimen de precipitación afecta sensiblemente la producción de alimentos, lleva a que se incrementen las importaciones de alimentos para el turismo y se dificulta el uso y disponibilidad de los recursos hídricos.

Los períodos de sequía se interrumpen, generalmente, por la influencia de sistemas sinópticos productores de lluvia, como las ondas y ciclones tropicales, o algunos procesos extra-tropicales durante la estación invernal. Así no resulta raro que, después de un período relativamente prolongado de días sin lluvia, ocurran días de precipitación intensa y continua. Este aumento en la variabilidad espacio-temporal del régimen de precipitación será más evidente en los próximos años, sobre todo en el Caribe oriental, donde la influencia continental de América del Norte es menor y el dominio del anticiclón oceánico del Atlántico Norte sobre el estado del tiempo local es predominante.

Un impacto importante del aumento general de la temperatura es el aumento de la temperatura del mar, que afecta a las especies y recursos marinos de la región, especialmente a las colonias de corales. En 1998 los arrecifes de coral alrededor del mundo y en el Caribe sufrieron el fenómeno de blanqueado más extenso y severo conocido hasta hoy, con una elevada mortalidad. Coincidentemente, ese mismo año las temperaturas de los mares tropicales alcanzaron máximos notables, por lo que las consecuencias de este tipo de evento continuarán teniendo un impacto creciente en tiempo y espacio sobre estas poblaciones.

Por otra parte, la región caribeña tiene una biodiversidad excepcionalmente rica, tanto por la diversidad extraordinaria y endemismo de las especies de flora y fauna, como en el potencial genético existente, la fragilidad y belleza de sus ecosistemas. Las afectaciones a esta riqueza biológica sería, sin lugar a duda, uno de los problemas ambientales principales que enfrenta la región. Entonces, entre los desafíos más grandes que el cambio climático plantea a la biodiversidad regional está la pérdida o la transformación irreversible de hábitat, la extinción de especies y variedades, la pérdida de la diversidad genética, la introducción de especies exóticas que van sustituyendo a las nativas, la fragmentación de los ecosistemas y el tráfico de valiosas especies amenazadas. Todos estos aspectos son afectaciones directas a la conservación de los recursos naturales que sustentan el ecoturismo o turismo de naturaleza.

Finalmente, en los últimos años la comunidad científica del Caribe está dando más atención a la llegada de nubes del polvo procedentes del Desierto de Sahara. Estas nubes salen del Norte de África y pueden subir a más de 5.000 m de altura, viajando por el borde meridional del anticiclón de Atlántico Norte, transportadas por las corrientes medias y superiores de la troposfera, hasta la cuenca caribeña. Se han encontrado relaciones significativas con la ocurrencia de enfermedades respiratorias y crisis de asma bronquial en Guantánamo y otras provincias orientales de Cuba, durante los días con influencia de nubes del polvo del Sahara. También se afecta la calidad del aire y la transparencia atmosférica, así como la visibilidad horizontal. Otro efecto directo de las nubes del polvo es la reducción temporal de la precipitación.

En las nuevas condiciones derivadas de un cambio del clima, la influencia de nubes del polvo del Sahara será más frecuente, debido al predominio del anticiclón Atlántico sobre las condiciones sinópticas imperantes en el Caribe, así como el fortalecimiento de los vientos del Este en los niveles medios y altos de la troposfera y la mayor efectividad de los procesos convectivos sobre tierra.

Las consecuencias sociales del cambio climático en el turismo caribeño

Elevada vulnerabilidad de la infraestructura general y turística en las zonas costeras (Jorge Luis Baños - IPS).En las zonas costeras se encuentran las principales bases económicas de los países del Caribe, región donde casi todas las grandes ciudades son costeras, el 60 por ciento de la población vive a menos de 100 Km de la línea de costa y el 90 por ciento de la infraestructura turística está asociada a playas y balnearios. Por consiguiente, la continua migración del campo a la ciudad y el crecimiento de los núcleos urbanos producen un aumento significativo de la densidad poblacional cerca de las costas, con elevadas demandas de agua, alimentos, salud, energía y trabajo. Este factor demográfico origina un nivel de tensión socio-ambiental alto en el 39 por ciento de las regiones costeras caribeñas.

Los problemas sociales y demográficos van produciendo efectos acumulativos derivados del tipo de tensiones antes mencionado, y generalmente no producen un impacto perceptible de inmediato en la calidad ambiental o en las funciones de los ecosistemas. Sin embargo, estas tensiones se hacen evidentes cuando el área es afectada por eventos extraordinarios, como los desastres, las guerras y los propios riesgos del origen humano, a menudo relacionados con el crecimiento sostenido de la contradicción entre población vs. desarrollo y riqueza vs. pobreza[v].

Son muchos y variados los riesgos ambientales que pueden incrementarse bajo los efectos de un cambio climático global: el uso de la tierra sin una planificación apropiada, la erosión y degradación creciente de los ecosistemas, la deforestación y explotación desmedida de los recursos naturales para fines productivos, el mal uso de las laderas montañosas por la agricultura de subsistencia, la apertura de caminos, la urbanización, la explosión demográfica, etcétera. Muchos de estos conflictos surgen y se mantienen por la ausencia de acciones preventivas, de planificación física y ordenamiento previo del territorio, la carencia de evaluaciones de impactos ambientales, por no considerar medidas preventivas, acciones de mitigación o protección del medio ambiente, imprescindibles para una explotación sustentable de cualquier territorio.

Aunque parece llegar sin advertencias previas, el cambio climático es relativamente predecible de varias formas y sus efectos van a depender, fundamentalmente, de la vulnerabilidad socio-ambiental y humana, sobre todo en los territorios insulares y países con menos recursos económicos. En casi todos los casos, una acumulación relativamente pequeña de eventos de impacto negativo puede comprometer la capacidad de respuesta de los sistemas naturales y sociales, aumentando su vulnerabilidad.

En este sentido es necesario recordar que no habría pérdidas materiales ni humanas ante el impacto de las catástrofes, si los recursos de la economía y las personas no quedaran expuestos a la acción de factores externos desencadenantes. Por tanto, urge considerar la vulnerabilidad socio-económica y medioambiental en toda la planificación futura del desarrollo sustentable[vi].

Es necesario dar prioridad al tratamiento del sector más pobre de las poblaciones del Caribe, que generalmente resulta el más afectado, debido a su mayor vulnerabilidad y porque tiene menos opciones de recuperación. En una cuarta parte del territorio de la región caribeña, la densidad de población supera los 200 habitantes para kilómetro cuadrado, y en algunos países como Barbados, la población alcanzó más de 625 habitantes por kilómetro cuadrado en 2002.

El Caribe es considerado uno de los destinos turísticos más atractivos del mundo, pero las consecuencias del cambio climático pueden ser mayores debido a los problemas sociales existentes y a la falta de políticas y estrategias ambientales apropiadas, que eviten daños directos a las áreas costeras, por ejemplo: las construcciones en la duna de las playas, el crecimiento mal planificado de la urbanización y de las propias instalaciones turísticas, diseñadas y construidas sin evaluaciones previas de sus impactos ambientales. A esto se suman los problemas de la creciente contaminación ambiental, el mal manejo y deposición de los residuales, la salinización de las aguas subterráneas, entre muchos otros problemas acumulados.

Los impactos sociales y económicos del clima y el tiempo en la economía turística del Caribe ya son un hecho. En los últimos años muchos, ecosistemas sensibles de la región han sido impactados, lo que ha reducido su potencial de beneficios para la economía local. La infraestructura turística también ha sido fuertemente afectada, con la ocurrencia de impactos naturales sucesivos, como sucedió en agosto y septiembre de 2008 sobre el occidente de Cuba. Solo estos impactos produjeron más de 8,600 millones de pesos en pérdidas directas y decenas de miles de viviendas destruidas.

Uno de los ejemplos más evidentes y generalizados del impacto que producen las tensiones socio-ambientales sobre las zonas costeras y los recursos naturales de uso turístico son los procesos erosivos que vienen afectando a muchas de las playas del Caribe durante los últimos años, con la pérdida de sus perfiles regulares y el retroceso de la línea costera.

Los humedales costeros también constituyen ecosistemas frágiles, en los que el cambio de las condiciones climáticas puede llevar a cambios en su morfología, la estructura, composición y distribución de las especies. La Ciénaga de Zapata es uno de los humedales más notables y constituye el área de pantanos más importante del Caribe. Muy solicitado por los turistas extranjeros, debido al elevado número de valores naturales, rica biodiversidad y exotismo que presente. Sin embargo, varios de estos importantes elementos naturales han sido muy dañados por frecuentes fenómenos meteorológicos severos, ocurridos desde 1996 hasta el presente.

Este panorama es suficientemente explícito para comprender las diferentes y significativas consecuencias sociales del cambio climático en la región del Caribe: destrucción de la infraestructura, elevación de los costos de explotación y mantenimiento, disminución de los tiempos de vida de las inversiones, menor comercialización del producto turístico, reubicación de asentamientos costeros, industrias y centros de trabajo, pérdidas de empleo o alejamiento de las fuentes de trabajo; en fin, son muchas las afectaciones que pueden relacionarse con los impactos de la variabilidad del clima y el tiempo.

¿Cómo prevenir o mitigar los efectos del cambio climático sobre el turismo?

Las consecuencias negativas del cambio climático sobre las actividades humanas van más allá del corto plazo y, en ocasiones, pueden ser irreversibles, en dependencia de la magnitud del impacto y de las condiciones económicas, sociales y ambientales existentes en cada lugar. Entre las circunstancias agravantes deben incluirse, después de los desastres, el desplazamiento involuntario de poblaciones afectadas, procedentes de los territorios impactados (los refugiados ambientales); el hecho de que las operaciones de rescate y recuperación pueden dañar aún más el hábitat, generando grandes cantidades de escombros y pérdidas materiales. En muchos casos, los ecosistemas no pueden recuperarse en un corto período, sustituyéndose por otros ecosistemas menos elásticos y diversos, con menos capacidad para dar los servicios ambientales básicos, como el abasto de agua potable, la retención de cienos y la protección ante los rigores del clima. El resultado puede ser una mayor vulnerabilidad futura.

El futuro del turismo caribeño pasa, necesariamente, por el desarrollo y/o mejora de los procedimientos de alerta temprana encaminados a la prevención, unido a la búsqueda de respuestas correctas para el manejo y uso de la tierra, la planificación física y la rehabilitación de las áreas afectadas, para disminuir la pérdida de vidas humanas e infraestructura. Sin embargo, la situación está empeorando en dos sentidos: los eventos meteorológicos severos son más frecuentes ahora y los efectos sociales y económicos de las catástrofes naturales están resultando más dramáticos, como consecuencia de las elevadas densidades demográficas y la enorme concentración de recursos e infraestructura en áreas muy vulnerables. Téngase en cuenta el reciente impacto del huracán “Sandy” sobre la populosa zona urbana del nordeste de los Estados Unidos, incluyendo a la ciudad de Nueva York.

Conclusiones

En las mismas condiciones de otras pequeñas islas-estados, la mayoría de los países caribeños pueden experimentar considerables impactos negativos debido a los efectos futuros de la variabilidad del clima y el tiempo. La alta vulnerabilidad a los eventos meteorológicos severos, la dependencia económica de los ingresos generados por la industria turística y los recursos financieros limitados hacen difícil la aplicación de medidas preventivas y acciones específicas para la mitigación de tales efectos negativos sobre la mayoría de los países de la región. Sin embargo, los gobiernos son conscientes del problema y existe una preocupación generalizada que se expresa en el ámbito internacional, en función de lograr un marco internacional de apoyo para desarrollar la cooperación y diseñar, conjuntamente, las políticas y estrategias orientadas a prevenir y mitigar cualquier impacto potencial adverso derivado de un cambio persistente del clima global o relacionado con los riesgos naturales de la variabilidad del estado del tiempo.

En la búsqueda de las estrategias de adaptación apropiadas para prevenir los impactos potenciales de la variabilidad del clima, se deben tener en cuenta las condiciones de vida, costumbres locales y las necesidades paralelas para lograr un nivel adecuado de vida, más oferta de empleos, salud y educación para la mayoría de la población, la conservación y uso racional de los recursos naturales y la reducción de cualquier tipo de contaminación ambiental. De esta forma, el propio quehacer del turismo debe revertir una parte de sus utilidades para asegurar sus propias formas y métodos de desarrollo sostenible, al funcionar como una herramienta fundamental de desarrollo económico que permita prevenir los efectos potenciales negativos del clima y el tiempo en la región del Caribe.

* El Dr. Luis B. Lecha Estela vive en la ciudad de Santa Clara, Cuba. Es Investigador Titular del Centro de Estudios y Servicios Ambientales (CESAM) de Villa Clara y Profesor Titular de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Fue ponente de Clima y Turismo de la Comisión de Climatología de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) entre 1993 y 2001.

 

 


Notas:

[i] CTO, Caribbean Tourism Organization: “Draft Caribbean Tourism Product Status and Action Needed”, en Report for CARICOM Summit on Tourism, Havana, Cuba, January, 2007.

[ii] Ramos, L.E.: Huracanes. Desastres naturales en Cuba, Ed. Academia, La Habana, 2009, p. 192.

[iii] A. Alfonso: Climatología de las tormentas locales severas en Cuba. Ed. Academia, La Habana; pp. 145, 1994.

[iv] L. Álvarez: “Climatología de los días con lluvia y los totales de precipitación en Cuba. Tesis doctoral”, Instituto de Meteorología, La Habana, Cuba, pp. 134, 2005.

[v] J.K. Boyce: “Inequality as a cause of environmental degradation”, en Ecological Economics.Elsevier, Amsterdam, Holland, vol. 11, no. 3; pp. 169-178, 1994.

[vi] L. Lecha, L. Pichardo y H. Trujillo: “Evidences of climate change impacts on ecotourism in the Caribbean basin”, en revista Global Environmental Research, 12, 2, pp. 153-159. ISSN 1343-8808, 2008.

Un comentario

  1. Gabriel Mercado Jauregui

    Me gustaria recibir la informacion completa, pues estoy haciendo una investigación sobre los efectos del cambio climatico en el turismo , en la Region Ucayali (Peru)
    Gracias

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