Sandra Ceballos: Así en la paz como en la (pos)guerra
La historia del espacio Aglutinador.
Difícilmente haya otro(a) artista cubano(a), en el campo de las artes visuales, en las últimas décadas, cuya labor se asemeje a la de Sandra Ceballos. No nos estamos refiriendo a su creación más personal —dibujo, pintura, instalaciones, performances— sino a su trabajo artístico en el sentido más amplio, como curadora, editora, promotora, gestora, galerista, activista de arte…
Para quienes no están al tanto de los intrincados relatos y correlatos de ese universo esa es una historia desconocida. Porque Sandra Ceballos estaba en el grupo de artistas que impactó en el panorama artístico cubano de los ochenta, no por gusto su obra está representada en el Museo Nacional, pero a mediados de la década siguiente su nombre se evaporó. Sin embargo, justamente a partir de entonces su figura se multiplica, con el nacimiento de Aglutinador en 1994. ¿Pero qué cosa es Aglutinador?
Según sus fundadores, “Aglutinador se propone mostrar y difundir la obra de artistas cubanos de todas las sectas —estén vivos o muertos, residiendo dentro o fuera de Cuba, sean jóvenes o viejos, conocidos o desconocidos, promovidos o casi olvidados, modestos o pedantes— siempre y cuando tengan una calidad incontrastable, y sobre todo, esa necesaria dosis de honestidad y desasosiego ante la creación, propios del arte verdadero.
“Aglutinador no es un espacio cultural, no es una boutique ni una fundación. No pretende ser elitista ni vanguardista, ni populista ni pasadista, quiere ser (o llegar a ser) justo. Su único compromiso es con el arte”.1
Con esa carga de desenfado e irreverencia a la manera de los manifiestos de la vanguardia, nació el espacio Aglutinador hace más de veinte años en la vivienda-estudio de Sandra Ceballos, en 25 y 6, Vedado. Lo que seguramente no imaginaban sus creadores (Sandra y Ezequiel Suárez) es que se mantendría activo durante tanto tiempo, un largo período en el cual sí sería un espacio cultural legitimado por numerosas acciones y presencias.
Durante todos esos años de obstinada persistencia, Aglutinador ha recorrido un extenso camino, sembrado y cultivado por el talento de muchos, donde no ha faltado la colaboración, el apoyo, la amistad solidaria, como también las dificultades, las barreras. De eso hablamos ahora con Sandra, la guerrera, la guardiana del trigal.
Sandra, ¿cómo y en qué circunstancias surge Aglutinador?
Surge a partir de conversaciones que Ezequiel y yo tuvimos con artistas en aquel momento (1994) sobre la censura, sobre lo que estaba sucediendo, por ejemplo, con el Proyecto G, con Ángel Delgado que estuvo preso, con una serie de cosas. Hablamos de que existiera un espacio de tolerancia, aunque fuera privado, donde se pudieran exhibir obras sin el acoso de los funcionarios.
Casualmente, yo estaba curando una exposición de Ezequiel, para la galería de 12 y 23, que se llamaba El frente Bauhaus, la cual fue censurada y se prohibió su inauguración. Entonces decidimos hacerla en mi casa. Recogimos todo, e hicimos la exposición aquí.
¿Bajo qué presupuestos comenzaron, cómo fueron los inicios?
En realidad no teníamos ningún presupuesto, ningún concepto, nada estructurado de lo que queríamos hacer. Sencillamente fue una respuesta ante la censura. Esa primera exposición se hizo por la urgencia de que esas obras de El frente Bauhaus se exhibieran y no aceptar la censura.
En la inauguración invitamos a Alejandro López a un performance, hicimos una fiesta, vino mucha gente, muchos artistas, y todo fue muy espontáneo, muy festivo. Ya después de eso nos pusimos a pensar, Ezequiel y yo, que éramos pareja en la vida, y dijimos, bueno vamos a hacer más exhibiciones. Hay muchos artistas que los tienen apartados, olvidados, y prácticamente no existen para las instituciones. Vamos a seguir en esa línea de trabajo.
La idea no era discriminar a los que sí eran promovidos por las instituciones oficiales, porque estaríamos haciendo lo mismo. El propósito era reunir, aglutinar, todo lo que fuera bueno, con independencia de edad, creencia religiosa, política, sexo, o país. Fuimos de los primeros en exponer a los cubanos de la diáspora. Por eso a mí se me ocurrió que el espacio se nombrara Aglutinador.
De esa manera comenzaron las exhibiciones de artistas que llevaban tiempo sin exponer, como Chago Armada; o Glexis Novoa, que estaba en el exilio; o Marta María Pérez, que se encontraba trabajando fuera de Cuba. Igualmente otros, como Ángel Delgado, Alberto Casado, Bernardo Sarría, Benito Ortiz, Colette Rodríguez, Carlos Garaicoa, Cleva Solís, entre muchos. Esos fueron los inicios, en 1994, 1995, 1996.
Eso tiene que haber implicado una considerable cantidad de trabajo y recursos. ¿Cómo pudieron hacerlo?
Los artistas nos apoyaron mucho, y también tuvimos un apoyo fundamental del crítico de arte Orlando Hernández. Él formó parte del equipo de curaduría durante los primeros dos años. Gerardo Mosquera también fue un pilar importante en los primeros tiempos. Otros artistas apoyaron mediante donaciones, como Roberto Fabelo, que hizo una donación económica para imprimir el catálogo de Chago Armada.
¿Y cómo continuó el espacio? ¿Qué destacarías como más importante?
Mi labor de curaduría en Aglutinador ha sido paralela a mi trabajo artístico. Ha sido algo difícil, pero se ha hecho. Entre 1994 y 1995 compartí la curaduría con Ezequiel y Orlando Hernández; hasta el 1999 estuve acompañada por Ezequiel; del 2000 al 2004 por René Quintana; y de ahí en adelante he estado sola.
Hemos tenido varias etapas. Tuvimos una más radical a partir de 2003, 2004, con un proyecto grande que nombré Aglutinador-Laboratorio. Se hacían exhibiciones con temáticas específicas, sin presión en cuanto a curaduría, como una muy importante en el 2008 que se llamó, Curadores, go home!
Esa fue una exposición por convocatoria y podía participar todo el que quisiera, incluso aunque no fuera artista podía venir y colocar su obra. Era una especie de experimento dentro de aquella etapa. En ese momento ya estaba trabajando sola y asumí ese proyecto como parte de mi obra personal. Eran mis ideas, ilustradas por exhibiciones de los artistas.
Curadores, go home! fue atacada por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas (CNAP) porque estaba programado un concierto de Porno para Ricardo en la inauguración y el CNAP circuló una nota donde decía que parecía mentira que yo hiciera una exposición donde tocaran esos disidentes.
Entonces presionaron a los artistas para que no vinieran a la inauguración. Yo pospuse la fecha, pero sí la hice, aunque sin el concierto. En la exposición participaron con su obra los artistas de la muestra, a pesar de que fueron coaccionados para que no lo hicieran. Vinieron todos con una sola excepción.
Otra expo importante en la etapa de Aglutinador Laboratorio, en el 2008, fue la primera Bienal de Arte Porno. Se hizo por convocatoria y participaron 42 artistas entre cubanos y extranjeros. La idea no era defender la pornografía, sino el derecho a consumirla. Se trataba de una metáfora sobre el derecho a la elección.
La propuesta no fue la de hacer arte erótico, sino arte porno. El evento despertó mucho interés y tuvo carácter internacional. Se expusieron muchos matices de la pornografía, con predominio del humor. Y el barrio entero asistió. Fue un acontecimiento. Como la gente no cabía en mi casa, la calle se llenó al punto de que no podían pasar los carros.
Tu último proyecto, Malditos de la posguerra, ¿cómo lo defines?
Malditos de la posguerra yo lo considero parte de mi obra, es como un resumen de todos estos años, es mi forma de ver lo que ha sucedido después de 1959 hasta la fecha con un grupo grande de artistas, y es mi manera de hacerles justicia, porque vienen generaciones y generaciones que se gradúan de escuelas de arte y no tienen la menor idea de lo que ha pasado en el arte cubano.
No se imparte correctamente la historia del arte cubano contemporáneo pos 1959. Se obvian muchos nombres. Solo está lo que se presenta en Bellas Artes. Pero hay muchas obras en los almacenes de Bellas Artes que no se exhiben en las salas permanentes; otras, que están allí, pero de las cuales no se habla en las escuelas.
También tenemos sucesos, como el de Antonia Eiriz, que dejó de pintar en su mejor momento y no lo hizo más hasta el final de sus días, o la censura que hubo, durante los años sesenta y setenta con el arte erótico que hacían Umberto Peña, Servando Cabrera y el propio Chago Armada.
Un número importante de artistas emigraron al exterior, pero los que se quedaron cortaron bruscamente y sustituyeron sus temáticas y formas expresivas anteriores por otras, como es el caso del propio Servando, que comenzó a pintar «Habaneras» y «Macheteros», o Raúl Martínez que abandonó su expresionismo abstracto –que no era ilustrativo de los procesos revolucionarios de la época– por los retratos de Martí y otros líderes. Algunos artistas (de los que se quedaron) tuvieron que abandonar su camino dentro de la pintura y se dedicaron al diseño de revistas, libros, prensa y carteles.
El sostén conceptual del proyecto es documentar, pero no excluye obras. Se exhibe documentación, se hace historia, para que no muera esa parte que no se divulga en las escuelas, para que no desaparezca.
¿Cuáles han sido hasta ahora las exhibiciones de Malditos de la posguerra en Aglutinador?
Malditos de la posguerra comenzó las exhibiciones con 1988-89, proyecto G. Eran muchachos que hacían performances en el parque de 23 y G, por toda la calle 23 y por varios puntos de la ciudad, cuyo líder fue el artista Juan Sí González. Ellos hacían intervenciones públicas en la misma época de Arte Calle.
Después estuvo la muestra OMNI-Zona Franca: un arte necesario, con una representación de ese grupo diverso y heterogéneo de escritores y artistas, quienes, desde fines de los noventa y por más de una década, partiendo de su proyecto comunitario en la Casa de la Cultura de Alamar, irradiaron su labor en toda la ciudad, hacia otras provincias, e incluso fuera del país.
Actualmente exponemos Crónicas y evidencias, que reúne a los artistas interdisciplinarios Alberto Casado y Ángel Delgado, quienes estuvieron entre los primeros en pasar por Aglutinador en sus primeros años. Casado, que es un cronista visual, representó en aquel entonces, 1996, un performances que realizó Ángel en la muestra colectiva «El objeto esculturado», entre otros eventos y acciones. Este último ofreció, entre sus testimonios, los dibujos que realizara en prisión. Veinte años después, aún ellos persisten en documentar el pasado.
1 Texto que aparece al dorso de los catálogos de Aglutinador, escrito por Ezequiel Suárez y Sandra Ceballos hacia 1994 (sic), reproducido en: Sandra Ceballos: “Aglutinador, un lugar de emergencia, 1994-2004”, Espacio Aglutinador, Fundación Príncipe Claus, 2005, pp. 8-14.
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