En ocasión de la entrega del Premio Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales a Aurelio Alonso, IPS Cuba rescata esta entrevista al sociólogo cubano publicada en diciembre de 2008.
Licenciado en Sociología y fundador del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana en 1963, Aurelio Alonso ha sido colaborador cercano de IPS Cuba desde hace más de 20 años.
Foto: Tomada de La Joven Cuba
No es la primera vez que Enfoques “enfoca” la sociedad civil con preguntas, por mejor decir, con respuestas que apuntan a esclarecer qué es, a quiénes se considera parte de ella, cómo se expresa y cuáles son sus proyecciones en nuestra realidad actual.
En enero de 2008, Jorge Luis Acanda, profesor de Filosofía en la Universidad de La Habana, se planteó el asunto y para resolverlo sometió a una reflexión crítica el uso del concepto, presentó la historia de la recepción de la idea de sociedad civil en Cuba a partir del decenio de los noventa del siglo XX y expuso algunas tesis para caracterizar sus dinámicas de avance y funcionamiento.
En esta oportunidad, en compañía del sociólogo Aurelio Alonso (1939), subdirector de la revista Casa de las Américas, uno de los analistas más constantes de la sociedad y la política cubanas, tomamos otro de los caminos conducentes al análisis de la cuestión. Más que inquietarnos por hallar una vía expedita y arribar cuanto antes al destino, nos propusimos disfrutar la búsqueda. “Encontrar consiste en buscar”, dijo San Agustín, y entrevistado y entrevistador musitamos, en sordina, “buscar ya es encontrar”.
Esquemas liberales, siglo XX, informe del Buró Político al V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, pensamiento de izquierda latinoamericano, satanización del concepto de sociedad civil, acercamiento al término en función de lo cubano, estridencias de austeridad, defensa de las minorías, participación, democracia, autoritarismo, memoria del “pavonato”, Unión Soviética de Stalin y Venezuela de Chávez, poder popular, tragedias de nuestra sociedad civil, definición y figuración triangular, fueron, entre otros, los hitos que marcaron la dirección de nuestro recorrido. No faltaron las menciones al propio Acanda, a ese otro estudioso de la problemática que es Rafael Hernández, director de la revista Temas, y a Resistencia y libertad, fabuloso libro de ensayos de Cintio Vitier.
ORÍGENES QUE DICEN POCO
“No voy a darte una entrevista que termine en un texto como el firmado por Jorge Luis Acanda” —nos avisó Aurelio, tan pronto pasamos el umbral de su puerta—, entre otras causas porque el pensador que es Acanda convirtió la materia en un tema de su especialidad. También tengo una vocación filosófica, no apagada, quizás un tanto controlada, medio frustrada, que ‘se me despierta’ a cada rato, pero el hecho cierto es que en cuanto al concepto, el significado o la polémica sobre la sociedad civil, solo fui un investigador de la temática en un período ya pasado.
Bueno, Juan Rulfo escribió un par de obras y con ellas influyó como nadie sobre los protagonistas del “boom” literario latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX. ¿En qué época estudió el punto?
A mediados de los noventa, cuando cobró fuerza entre nosotros la recepción de la idea, sentí la necesidad de expresarme al respecto en varios artículos. Luego no miré más hacia el problema desde la perspectiva conceptual. La vida me hizo considerar otras prioridades, y también vi avanzar a varios compañeros por la senda de estos estudios y confieso que me identifiqué con lo que algunos de ellos planteaban; fue cuando aparecieron las sólidas y sensatas reflexiones de Rafael Hernández en “Mirar a Cuba. Ensayos sobre cultura y sociedad civil” (1999), y las del propio Acanda, ya desde una óptica filosófica, en un grueso y riguroso ensayo, “Sociedad Civil y Hegemonía” (2002).
Creo que el tema de la sociedad civil ha sido tratado dentro de la academia cubana con mucha seriedad. Lo cual tampoco significa que vea seriedad en todo lo que se ha dicho. Pero existió y existe debate, y eso es lo que importa.
El debate académico sobre la sociedad civil en Cuba cobró fuerza hace más de 20 años y tiene entre sus hitos la publicación en 1999 por Rafael Hernández de “Mirar a Cuba. Ensayos sobre cultura y sociedad civil” (1999).
Pareciera que la sociedad civil fue “el asunto” de los noventa. Ahora, en el quicio de 2009, ¿dejó de serlo?
Esa sería una opinión superficial: en realidad los noventa aportaron un escalón al entendimiento de la cuestión. Resulta interesante que la polémica no se produjera cuando se dan pasos para apagar una reflexión verosímil, con más libertades, sobre la problemática. A mi juicio, uno de esos pasos fue, en el plano integral, el informe al V Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (marzo de 1996), no tanto por negativo o porque repudiara la existencia de la sociedad civil o tratara más bien de acotarla dentro de márgenes estrechos, sino, sobre todo, por contradictorio1. Como no fuera con los cuatro o 10 filosofemas que nos legó el marxismo doctrinal soviético, en los noventa nos abocamos a la materia con una marcada carencia de bagaje teórico. Los filosofemas deformaron el contenido del concepto, falsearon sus contextos, lo llevaron a una precariedad que lo hizo casi inútil, en el mejor de los casos, y casi perverso en el peor. Esa es una historia larga y no me meteré en ella, puesto que ya lo han hecho, mejor de lo que yo hubiera podido, Acanda y los demás colegas. Ni siquiera cuando estuve más inmerso en el tema he sentido vocación por desentrañar a fondo los orígenes del concepto. Los orígenes a veces dicen poco, o al menos nunca lo dicen todo. En todo caso obligan a un tratamiento crítico retrospectivo, para que cobren significado.
TECHO DE VIDRIO
¿Cuándo el concepto de sociedad civil cobró dimensión?
Yo diría que al convertirse en instrumento potencial para explicar, más que para definir y no para narrar o describir, las dinámicas del movimiento social; hecho que es un aporte del momento de auge del pensamiento liberal. Aquí valdría recordar al abogado y etnógrafo estadounidense Lewis Henry Morgan (1818-1881), cuya obra fue honrada por Engels, quien se sirvió de ella sin reparos para arribar a una comprensión rigurosa de la familia y del Estado, y fue mal digerida por el marxismo dogmático ulterior. Pero, sobre todo, valdría recordar a un antecesor de las tesis de Morgan: el destacado filósofo de la Ilustración escocesa Adam Ferguson (1723-1816), que le sirvió de fuente a Hegel en relación con el tema, y que muy pocos toman en cuenta. Morgan fue “sistematizado” por Federico Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”; Engels realizó una suerte de interpretación hermenéutica de su ensayo capital, “La sociedad primitiva”. Te recuerdo que, a partir del estudio de comunidades indígenas estadounidenses, Morgan sostiene que la familia humana evolucionó a lo largo de etapas sucesivas de promiscuidad, matrimonio en grupo, poligamia y monogamia, de donde resulta que el ser humano, en su camino hacia la civilización, hacia el hombre como circunstancia social, y no solo biológica, recorrió épocas de salvajismo y barbarie.
Ferguson ya había alcanzado esa visión de tránsito del salvajismo a la barbarie, y de esta a la civilización, siguiendo un eje puntual, explicativo del sentido del progreso: el eje del comercio. Se le atribuye el enunciado de la tesis de las divisiones sociales del trabajo, sustantiva para la formación de la concepción marxista de la sociedad. En efecto, el aumento consistente de la actividad comercial se nos manifiesta como un elemento clave de la modernización, que equivale a decir, del proceso de acumulación originaria capitalista. La civilización nació, según Ferguson, cuando el sentido del mercado dominó la dinámica social: esa es la sociedad a la cual él llama civil, que es traducida al alemán como sociedad burguesa. No sin razón, por la correspondencia de lo connotado por ambos conceptos. Y es precisamente de esa contextualización de donde parte Marx para subrayar que la esencia de la sociedad civil radica en las relaciones que se generan en la producción y reproducción de la vida material de los seres humanos. La historia de la sociedad civil moderna es compleja, y nace con el progreso de una ideología liberal que se consolida, de una política liberal, de un sentido liberal de la asociación, de una nueva dinámica de “acuerdo”, entre lo público y lo privado, residente en los esquemas liberales, que Juan Jacobo Rousseau caracterizó como “contrato social”. El monumento crítico levantado por Marx no regatea el legado que recibe de la crítica liberal, pero su razón profunda consiste en no quedar atrapado en él.
Los matices usted los expresó en “El concepto de sociedad civil en el debate contemporáneo: los contextos”, ensayo que le publicó la revista Marx Ahora. ¿Cómo explica que el ensayo apareciese en 1996, el año del V Pleno?
Por esa época yo me sentí motivado por la temática, y el Pleno del Partido, con el poco rigor con que, a mi juicio, trató el punto, exacerbó mi necesidad de expresarme. Creo que no se manejaron adecuadamente los juicios de la estudiosa estadounidense Gillian Gunn, directora del proyecto Cuba, y luego del proyecto Caribe, del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, en Washington D.C. Siento respeto por Gillian Gunn, me interesaron por entonces sus escritos sobre Cuba, pero estimo que su texto no tenía el alcance filosófico ni sociológico que se le atribuyó. Aun cuando no se lo propusiera, el informe al Pleno hizo de su trabajo un centro de referencia para definir significados. Al asumir, por falta de debate, planteamientos de Gunn, se aceptaban de manera tácita criterios que ella daba sobre la sociedad civil. Aquello me pareció un verdadero despropósito.
Para Alonso desde la segunda mitad de la década del noventa, la política cubana tornó a discriminar, en positivo, los grupos vulnerables, y a revalidar el concepto de minoría.
FUERZA MOVILIZATIVA
Incidentes de este tipo son los que han permeado al marxismo, ortodoxo y heterodoxo, en nuestro siglo, ¿no lo cree?
A causa de ellos, todavía hoy en el pensamiento latinoamericano de izquierda, a pesar de que está renovándose, predominan, en contraste, una satanización del concepto de sociedad civil, o una canalización apologética y empobrecedora. Se sataniza a causa de su manipulación liberal e incluso neoliberal, en tanto se identificó de manera interesada con el papel de opositor, representado por un sector de las instituciones frente al peso de los estados socialistas; y, al propio tiempo, para debilitar el Estado en los países subalternos o dependientes: la falsa antinomia sociedad civil-Estado. El vértice de este torbellino se explica porque se parte de una ignorancia, un abandono, una marginación total del concepto de sociedad civil, el cual el marxismo y los marxistas académicos, los cubanos tras los de Europa del Este, en su momento, asumieron nada más como una categoría hegeliana que, por demás, habría sido superada por la tesis de Marx, que descubría su esencia en las relaciones de producción.
¿Acaso Marx tuvo intenciones de “superar” esta categoría?
Personalmente considero que Marx no realizó una superación a fondo de la categoría hegeliana, e incluso dudo que estuviera en sus intenciones hacerlo. Simplemente dejó de servirse del concepto de sociedad civil sin sustituirlo, después de haber destacado, en la esfera de lo privado, el peso específico de determinación que las relaciones de producción tenían sobre las otras relaciones sociales. Y, por tal motivo, afirmó que allí se hallaba su esencia. Pero es evidente que, con ello, no estaba invalidando el concepto de sociedad civil, ni negaba las relaciones que el concepto denota. De aquel aporte de Marx también nació la discusión en torno a un primado entre base y superestructura social, que luego daría lugar, en el marxismo, a tantos esquematismos y visiones anquilosadas, una pertinaz deformación determinista.
Sobre lo que le siguió ¡vaya Dios a saber qué fue lo primero en torno a la sociedad civil, si la desestimación o la ignorancia! Para que hubiese ignorancia tuvo que haber desestimación, y a la inversa. La metáfora del huevo y la gallina: los fundadores de la ortodoxia marxista “desestimaron”, y a partir de ese menosprecio, generaciones de marxistas “ignoraron”, se subieron al barco sin pensar en más, lo vieron como una noción abandonada o digna de abandono; pero nada impidió que sus restos reaparecieran como un fantasma y, deformados, se convirtieran en un dolor de cabeza para los regímenes de Europa del Este, inhabilitados ya para la democracia.
Es que la sociedad civil siempre estuvo ahí; tal vez disimulada y hasta coartada, pero no había desaparecido. Por fortuna, porque si no hubiese existido sociedad civil, hay que decir que no hubiese habido quién se movilizara contra el fascismo, ni victoria soviética: el tono represivo de las políticas estalinistas seguramente hubiera dado al traste con ese potencial. Pero Stalin seguía representando para los soviéticos, a pesar de todo, la herencia de la revolución bolchevique; si tuvo capacidad de movilización, fue porque en aquella época existió en la URSS una potente sociedad civil que valorizaba aún el legado de la Revolución de Octubre.
SUBPRODUCTOS DE LA REVOLUCIÓN
Justo aquí le proponemos colocar el valor de nuestra variable, la sociedad civil, en función de “lo cubano”. ¿Está de acuerdo?
Tampoco en Cuba desapareció la sociedad civil. Más o menos conducida, más o menos institucionalizada, más o menos subordinada a los intereses hegemónicos de las clases dominantes, o de las esferas de poder, siempre ha estado presente. Es cierto que la Revolución generó cuerpos asociativos para una sociedad civil afín a las proyecciones de un nuevo régimen de equidad, justicia social y soberanía nacional: los Comités de Defensa de la Revolución son parte inconfundible de la sociedad civil cubana de las últimas décadas, y todas nuestras organizaciones de masas, la Central de Trabajadores de Cuba, la Federación de Mujeres Cubanas, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, la Federación Estudiantil Universitaria, la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media hasta los pioneros, nacidas, muchas, bajo el influjo de los cambios revolucionarios, puestas, otras, en función del interés popular en la nueva situación. Son los organismos que tipifican nuestra sociedad civil. Sin embargo, sociedad civil han sido y son también aquí, antes y después de enero de 1959, los que han estado a favor y/o en contra, como sin duda lo son las entidades sociales que, algunas desde antes de 1959, agrupan a economistas, juristas, periodistas, artistas, escritores, y a otros profesionales.
Los sistemas de educación, formales e informales, son parte de la sociedad civil; el sistema de educación nacional es parte de la sociedad civil; pero si yo me jubilara, y me dedicara a repasarles sociología a alumnos universitarios, dicho grupo de estudiantes, junto conmigo, serían una partícula de la sociedad civil; los Talleres de Oración y Vida que tú y otros guías laicos imparten en la Iglesia católica, hacen una porción de la sociedad civil; los Talleres de Educación Popular del Centro Memorial Dr. Martin Luther King Jr. son otro segmento de la sociedad civil; el concepto de sociedad civil no está “casado” con un determinado, único, parámetro asociativo.
Recordemos lo que dice Cintio Vitier, en la página 150 de su libro Resistencia y Libertad (1999); veamos lo que dice en el ensayo titulado “Martí en la hora actual de Cuba”: “Pero en este campo las minorías tienen un peso específico imprevisible y la Revolución, por muy masiva que sea, tiene que ver en cada joven desmoralizado, escéptico político, marginado antisocial, un innegable y doloroso fracaso. La Revolución no se puede resignar a este tipo de fracaso, por relativo que sea. La Revolución no puede conformarse con decir que los que se lanzan al mar en embarcaciones frágiles y arriesgan las vidas de sus niños y ancianos son delincuentes, son irresponsables, son antisociales. En todo caso son nuestros delincuentes, nuestros irresponsables, nuestros antisociales. La Revolución también se hizo y se hace para ellos, no puede admitir que sigan siendo subproductos suyos…”
ESTRIDENCIAS DE LA AUSTERIDAD
Ese fracaso, ¿es parte de nuestra sociedad civil?
¡Por eso te leí este fragmento! También los contestatarios, incluso esa oposición no reconocida en el plano legal, es parte de la sociedad civil cubana: esa oposición que no queremos, que desde el punto de vista político se convierte en reprobable, la que a veces genera transgresiones a la ley, delictivas, que rebasan los límites de lo permitido. Pienso, por ejemplo, que las Damas de Blanco, con todo y que puedan obrar bajo la sombrilla de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, son también parte de nuestra sociedad civil. Aun si nos disgusta constatar proyecciones anexionistas, los grupos que las profesan son parte de la sociedad civil. A ninguna de estas expresiones se les puede marginar:
El socialismo que deseamos construir no puede albergar exclusiones».
¿Habrá que institucionalizar todas esas “parcelas”?
Eso es materia de otro debate: el problema es, o supone —como yo lo veo—, que a la hora de definir teóricamente cada asunto, tú no seas excluyente, y no permitas que tu posicionamiento, por justo que sea, te lleve a ignorar la realidad del otro. La realidad del otro está ahí, tenga él o no razón, sea éticamente reconocible o censurable: al fin y al cabo, los que se oponen existen, son parte de esta sociedad y de esta civilidad, y me parece que habría que pensarlos en los términos usados por Cintio, como “nuestros opositores”; y, al mismo tiempo, debemos cuestionarnos en qué medida somos responsables por las causas que las(os) condujeron a ese posicionamiento, o incluso qué cuota de justificación pueden tener. Nunca debemos olvidar que nosotros somos “los otros” para los otros.
Desde la segunda mitad de la década del noventa, la política cubana tornó a discriminar, en positivo, los grupos vulnerables, y a revalidar el concepto de minoría.
Hasta los organismos internacionales tienen comisiones que abogan por los derechos de las minorías. Según la lógica de los dispositivos del poder, las minorías son discriminadas; tales dispositivos, incluso escudados en el concepto de democracia, tienden a desatender sus derechos. Pero lo que más me interesa del párrafo de Cintio es que alude a los que no piensan igual, es decir, ¿hay o no hay oposición y qué es?, para subrayar que el espacio de los disidentes también integra la sociedad civil. La sociedad civil de la Cuba revolucionaria, en transición socialista, contiene todos esos espacios; y lo reitero porque estamos en un momento en el cual se ha producido una definida dinámica de apertura. Ojalá se mantenga; y ojalá que se convierta en un mecanismo productor de foros de expresión permanente (no voy a decir que se multiplique porque lo cualitativo no se expresa en esos términos), y que sea escuchada y atendida. Que no se quede ahí, que los criterios generados por ese mecanismo no solo se perciban y reciban como una vía de escape para una población atenazada por las estridencias de la austeridad.
Nota: Esta entrevista se publicó originalmente en el No.23 de diciembre de 2008 de la revista de IPS Cuba Enfoques. La entrevista formó parte del proyecto de comunicación Voces y Canales que, con apoyo de la Agencia Suiza de Cooperación para el Desarrollo (Cosude), tenía como objetivo promover el debate sobre la sociedad civil cubana y dar voz a una amplia variedad de organizaciones, redes y proyectos. (2025)