Michelle Sadler: la violencia obstétrica como problema estructural
Declaraciones íntegras para IPS Cuba de la directora del Observatorio de Violencia Obstétrica de Chile, investigadora adjunta de la Universidad Adolfo Ibáñez.

El Observatorio de Violencia Obstétrica es pionero en educar sobre temas del nacimiento respetado en Chile, además de orientar y brindar apoyo psicológico y jurídico a víctimas.
Orígenes
La violencia obstétrica es un problema multifactorial como cualquier problema de salud pública y se inserta en una larga tradición biomédica, en que los cuerpos de las mujeres han sido patologizados e intervenidos en exceso. Desde los albores de la biomedicina se conceptualizó al cuerpo femenino como uno patológico y con especial necesidades de control.
Y se desarrollaron métodos muy invasivos en la atención de los procesos de salud reproductiva. En especial durante gestación, parto y nacimiento. Entonces, medidas e intervenciones que deberían ser utilizadas solo en casos necesarios por motivos estrictamente médicos, se transformaron en rutina y se fueron aplicando a la mayoría de las mujeres que se atienden en dicho sistema.
Esto junto con una visión desvalorizada de lo femenino, permitió que en la atención biomédica se sumen algunos fenómenos que son comunes a otras prestaciones de salud – como pueden ser la despersonalización de los usuarios o el trato jerárquico-, incluyendo una mayor violencia epistémica, una desautorización de las mujeres como sujetos que pueden conocer o que pueden participar activamente del proceso.
Es un asunto tan especialmente grave por cuanto la gestación, parto, puerperio, no son procesos por definición patológico, al contrario, son procesos normales del ciclo fisiológico, del ciclo vital. Así la desautorización de cualquier tipo de saber comunitario, personal, sobre el sentir, se torna muy grave, muy violenta. Entonces, llegamos a episodios de crudeza, de una violencia o de ejercicio de abusos de distinta índole que impactan profundamente en la vida de las mujeres
Impactos
Los impactos en la vida de las mujeres, de las familias, de los recién nacidos son de diversa índole y también varían según la gravedad de los de los abusos vividos. En los casos más graves de ejercicio de violencia obstétrica donde la mujer se sintió abusada, verbal, psicológicamente, físicamente, sintió que no fue tomada en consideración, que se la trató “como un pedazo de carne”, como un objeto, las secuelas pueden derivar en trastornos de ansiedad, depresión post-parto, incluso estrés postraumático.
Hay una gran cantidad de investigación de los últimos años sobre el estrés postraumático que se produce por efecto de estas carencias, de esta violencia durante la atención del nacimiento y los estudios nos muestran una gran asociación entre las mujeres que se sintieron maltratadas durante el parto y estas secuelas negativas en su salud mental.
Esto por supuesto tiene profundas implicancias, en la posibilidad de cuidar a uno o a una recién nacida, en el apego, el vínculo que se puede generar, en la capacidad de amamantar, a corto, mediano y largo plazo y también las excesivas intervenciones obstétricas, las intervenciones innecesarias, como el exceso de cesáreas, por ejemplo.
O, la cadena de intervenciones que lleva a emergencias obstétricas como histerectomías, por ejemplo, cuando no son necesarias. También se traducen en daños que impactan la salud física y mental de las mujeres y en su capacidad de cuidar y en su capacidad de sentir, en su propio bienestar.
Entonces hay que tomar en consideración no solo las secuelas que produce la violencia simbólica, psicológica, verbal, sino también en las que producen las mismas intervenciones en la vida posterior de las mujeres. Se puede mencionar también por ejemplo la episiotomía y con todas las secuelas que puede tener en la vida sexual de las mujeres.

Reconocimiento y enfrentamiento
En Latinoamérica hay una gran tradición de organizaciones de la sociedad civil que denuncian este problema en los años ochenta, noventa, especialmente desde Brasil. Luego en el año 2000 con la fundación de la red latinoamericana por la humanización del parto y nacimiento, se extendió a toda la región de Latinoamérica y el Caribe.
En el año 2007, en Venezuela se acuña el concepto de violencia obstétrica que también se extiende por la región y las diversas organizaciones de la sociedad civil lo fuimos tomando y hablando directamente de la violencia que se ejerce durante la atención. Así el primer observatorio de violencia obstétrica que se funda en la región es el chileno en el año 2014.
Se necesita, por supuesto, que en la misma carrera de salud, los currículos que incorporen temáticas de género, de derechos sexuales y reproductivos, enseñen prácticas basadas en la evidencia. Porque, lamentablemente, muchas escuelas médicas todavía enseñan una obstetricia tremendamente intervencionista, que va en contra de todas las recomendaciones más actualizadas de los organismos internacionales y de nuestros mismos países, que recomiendan que se disminuyan las intervenciones de rutina innecesarias, que se reduzca la tasa de cesaría, que se devuelva al cuidado centrado de las personas, en el cuidado digno.
Pero y con esto cierro y vínculo con algunas ideas anteriores, es importante reconocer que se trata, insisto, de un problema estructural, que va mucho más allá de conductas particulares. Por eso las medidas, leyes, normativas que apunten a cambios institucionales y transversales, estructurales de la sociedad son a nuestro juicio las que mejor resultado dan y pueden dar, de aquí al futuro.
Visualización
El trabajo de la sociedad civil ha sido fundamental en visibilizar este tema, en nombrarlo, ya que era una experiencia que muchas mujeres tenían, pero que no era reconocida, que estaba tremendamente invisibilizada. Entonces muchas mujeres no tenían cómo nombrar y cómo procesar este sentir encarnado, doloroso, que había dejado una huella negativa en su experiencia vital.
Ya al ponerlo en la palestra pública, al nombrarlo, se permite dar curso a eso que, muchos profesionales de atención de salud, mujeres y familia sí sabían que había pasado, que estaba pasando. Entonces, el proceso de nombrar se transforma en un proceso político de reconocimiento, de un abuso, de una violación a los derechos humanos de las mujeres, que es tremendamente importante y que ha permitido abrir la conversación en torno a la temática.
Hay quienes plantean que no debería llamarse violencia obstétrica, que genera una hostilidad innecesaria con los equipos de salud. Pero nosotros argumentamos que es tremendamente necesario, porque se trata de una violencia estructural que hay que deconstruir desde sus orígenes, desde la formación de género, la educación sexual integral, desde temprana edad, los currículums no educativos en todo nivel, especialmente en las carreras de salud, que se dedican a trabajar en salud sexual y reproductiva. Requiere una transformación de estructuras sociales y culturales y es mucho más que un cambio de conductas particulares.
Soluciones
Las posibles soluciones o estrategias no pueden quedarse solo en medidas de corte micro-social, como sensibilizar equipos de salud o instalar mejor infraestructura en las maternidades, que pueden ser útiles pero que no cambian las bases, las estructuras sociales que permiten que este tipo de abusos se reproduzca y se perpetúe.
Entonces, las medidas más fundamentales son las que tienen que ver con transformaciones profundas de la sociedad, como serían, currículos de educación sexual integral desde temprana edad en los países, en las escuelas sobre todo, que han sido temas difíciles de instalar en muchas sociedades latinoamericanas, todo lo que tenga que ver con disminuir las brechas de género y con visibilizar la violencia en particular y la violencia la obstétrica en particular y, como mencionaba antes, trabajar con los currículos universitarios de carreras que se dedican a la salud en especial, para que tengan todos estos elementos en consideración.
Eso también debe ir acompañado de normativas sanitarias vinculantes que lleven a que las instituciones y los equipos de atención tengan que cambiar sus prácticas e, idealmente, de leyes que también protegen los derechos de las mujeres, la familia, los recién nacidos en estos procesos, que impulsen este cambio cultural y el reconocimiento de que se están violando derechos humanos fundamentales de las personas en estos actos. (2022)
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