Crónicas de una transculturación en el exilio
El octavo piso (Canadá, 2023) es un viaje a la memoria de Jacques Lanctôt, miembro del Frente de Liberación de Quebec, exiliado en Cuba durante los setenta del pasado siglo.
Le huitième étage, jours de révolte (El octavo piso, días de revuelta) es un documental dirigido por Pedro Ruíz y realizado en Canadá durante 2023. Cuenta la historia de Jacques Lanctôt, miembro del Frente de Liberación de Quebec, quien llegó a Cuba como exiliado en 1970 y ahí vivió hasta 1974.
Pero esta sería una sinopsis muy sencilla para el largometraje basado en las memorias de Lanctôt. Más allá de las anécdotas de cómo un joven veinteañero arribó a una nación completamente diferente a la suya, con su esposa embarazada y una hija pequeña, el audiovisual se adentra en las peripecias de un hombre obligado a vivir en una “burbuja” clandestina.
A pesar de esta condición, él fue reconociendo a una sociedad que lo ganó y lo transformó, hasta hacer de la isla su segunda patria.
La construcción dramática de El octavo piso se desarrolla a partir de dos líneas argumentales. En una, las memorias de Lanctôt son narradas por él mismo como una especie de monólogo.
La otra es ficcionada a través de un alter ego (el actor Martin Dubreuil), que rememora el regreso del joven a Cuba con la intención de escribir sus memorias; aunque, de vez en cuando, aparece el personaje real, ya viejo, como testigo mudo de lo contado.
Viaje de la memoria hacia una utopía desaparecida
Estas dos formas narrativas se van nutriendo con imágenes de archivo tomadas de noticiarios tanto canadienses como cubanos, dibujos animados y la inserción de diferentes músicos y artistas cubanos, para matizar un viaje de la memoria hacia una utopía desaparecida.
Todos estos recursos le permiten a Pedro Ruíz relatar un fragmento de la vida de su personaje, en una Cuba, o más bien una Habana, no coincidente en época con la que acogió al joven aprendiz de guerrillero urbano. Convertido, por obra y gracia de la posición paternalista del gobierno cubano, en un huésped de lujo con asombrosas prebendas, Lanctôt vivió una buena parte de su estadía en una suite del octavo piso del Hotel Nacional; y es de esa referencia espacial de donde sale el título de la película.
Esta travesía de Lanctôt culminó con su transculturación en aquella Cuba de los setenta del pasado siglo, de la cual afirma: “En Quebec estaba solo, aislado, pero aquí estaba rodeado de personas con ideas afines. Es mucho más fácil. Me siento más cómodo viviendo en este entorno que viviendo al margen, como un extraño en mi propio país”.
Pedro Ruiz y La Habana
La primera pregunta que se origina casi siempre ante este filme canadiense o québécois, es cómo llegó el realizador a ese argumento y su relación con Cuba y su capital.
Pedro Ruiz es un cineasta y fotoperiodista venezolano radicado en Montreal. Su obra es fundamentalmente documental. De cinco, realizadas como director para la productora Faits Divers Media, cuatro de ellas están vinculadas con Cuba y más específicamente con La Habana.
Su filme más reconocido es Havana, from on high (2019) reconocido con el Premio a la Mejor Fotografía de largometrajes documentales en los 2020 Canadian Screen Awards, entre otros galardones y con un gran recorrido por diferentes festivales internacionales.
Havana, from on high es una indagación sobre los sueños y frustraciones de once personajes con una visión espacial, sentimental, muy particular de su ciudad y de su sociedad, condicionada por vivir en las azoteas de los edificios en donde tuvieron que refugiarse ante la crónica penuria de viviendas.
La Habana mostrada en El octavo piso es la ciudad contemporánea; y los espacios seleccionados para el reencuentro del personaje con su pasado, son una mezcla de ciudad fascinante para el turismo con toques de miseria tercermundista a lo cubano.
Lanctôt en persona
La segunda interrogante que nos genera El octavo piso es sobre el propio Lanctôt y de cómo Ruíz lo convirtió en personaje.
Jacques Lanctôt nunca logró continuar la lucha por la liberación de Quebec y no regresó hasta muchos años después a su país. Cuando comprendió la imposibilidad de su misión patriótica, comenzó a insertarse un poco más en la verdadera vida cubana.
Lo primero que solicitó fue ir a cortar caña, con la intención de contribuir y devolver un poco de todo lo que había disfrutado en sus años de exilio. Posteriormente, trabajó como traductor de francés en el periódico Granma y comenzó a colaborar como periodista en publicaciones canadienses.
Ha mantenido un vínculo de ida y vuelta con Cuba y ahí se ha instalado, finalmente, a partir de 2020.
El documentalista y el aprendiz de guerrillero urbano
El primer contacto de Pedro Ruiz con Lanctôt se produjo durante la filmación de su primera película Animal tropical en Montreal (2007), una producción Canadá-Cuba-Venezuela, co-dirigida con Frank Rodríguez.
El audiovisual, en formato de video, sigue la estancia durante algunos días del escritor cubano Pedro Juan Gutiérrez en la ciudad de Montreal, con el objetivo de promover uno de sus libros de poesía publicado por una editorial quebequense.
Uno de los intelectuales entrevistados en ese documental es Lanctôt, editor en 2005 de un poemario de Gutiérrez titulado Moi et une vieille negresse voluptueuse (Yo y una lujuriosa negra vieja).
Sin embargo, el acercamiento mayor se produjo durante la grabación de La deriva dulce de un niño haitiano (2009). Ese documental se aproxima a la poesía de Dany Laferrière, un autor residente en Canadá y también editado por Lanctôt.
En esa ocasión, Ruiz preguntó a su futuro personaje sobre la idea de compartir sus recuerdos acerca del exilio en Cuba; y al año siguiente, apareció Les plages de l’exil (Las playas del exilio), cuya adaptación libre sirvió de base para el argumento.
Homenajes a la literatura latinoamericana
Uno de los subtextos que acompañan al protagonista a lo largo de su reencuentro con la isla donde vivió su exilio, son las referencias y citas de obras importantes de escritores latinoamericanos, muestras de su transculturación.
En sus memorias, Lanctôt cuenta como Casa de las Américas les fue promoviendo a todos los exiliados políticos, durante aquel decenio, lo mejor de aquella literatura.
Por eso, hay constantes alusiones a Julio Cortázar o Carpentier, entre otros autores, muchas veces compartidas con un bartender, interpretado por el actor cubano Luis Alberto García, quien lo espera, atiende y dialoga con él en diferentes bares de La Habana.
Lanctôt y Sergio: memorias de la soledad
El cine cubano, y en especial Memorias del subdesarrollo, es uno de los recursos narrativos utilizados por Pedro Ruíz para construir un vínculo entre la estancia de Lanctôt y el mundo que se fue construyendo en La Habana.
Un suceso silenciado en El octavo piso es el motivo de por qué la mujer y sus dos hijas abandonaron al protagonista en Cuba. En un momento del seudo-monólogo del protagonista se hace alusión a que las relaciones entre los esposos no iban bien; pero nada más.
La soledad se convierte en punto de contacto implícito entre Sergio, el personaje de la cinta de Tomás Gutiérrez Alea de 1968, y el exiliado canadiense. Ruíz intenta mostrarlos como prisioneros en una isla que no comprenden y desean entender, abandonados por sus esposas.
Esta apropiación del clásico cinematográfico cubano es uno de los puntos débiles en El octavo piso, pues las causas y motivaciones de la soledad en Sergio y Lanctôt tienen poco en común. De ahí que los fragmentos de Memorias… insertados en el documental funcionen de manera forzada con relación a lo que cuenta Lanctôt.
Otro intento de homenaje a la película de Gutiérrez Alea es el romance ficticio entre el alter ego del protagonista y la empleada que hace la habitación (Lola Amores). Esta secuencia es una recreación del sueño erótico de Sergio con Noemí (Eslinda Núñez), la empleada de la limpieza, donde se escucha la voz de Lanctôt con sus meditaciones acerca de la mujer cubana y sus formas de andar.
Para construir la memoria compartida
El octavo piso, días de revuelta es un híbrido cinematográfico, que nos devuelve una página poco conocida en la memoria histórica de Cuba. En ella se representa el compromiso cubano con las luchas a lo largo y ancho del continente americano y el tratamiento recibido por los guerrilleros exiliados en la isla.
La historia de Jacques Lanctôt, recreada por él mismo, le da un carácter subjetivo a lo narrado. Mientras, Pedro Ruíz enriquece con un universo visual y sonoro la utopía de una época, que se diluye para dar paso a una nueva visión ontológica del hombre transmutado a una cultura diferente a la suya.
Desde la subjetividad de su narrador y las formas narrativas empleadas por su director, El octavo piso es una construcción de la memoria compartida. La historia de un proceso de transformación cultural forjado en los tiempos del cólera político (2024).
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