El guajiro de Cayama en Estados Unidos

El poeta cubano Víctor Rodríguez Núñez ha vuelto a publicar en Cuba tras más de diez años sin hacerlo.

Edición de Vigía del libro de poesía El cuaderno de la rata almizclera

Foto: Tomada de laopiniondemalaga.es

Víctor Rodríguez Núñez es un poeta cubano que reside fuera de la isla hace ya más de veinte años. Nunca ha dejado de venir a su país donde mantiene su casa y los amigos que en las décadas de los setenta y ochenta compartían con él tertulias y talleres y presenciaron su entrada por la puerta grande a la poesía cubana cuando ganó el Premio David y compiló diversas antologías con autores de su generación. Algunas de ellas circularon con éxito en el ámbito latinoamericano.

Tras casi una década sin publicar en Cuba, presentó en la Feria del Libro de Matanzas un poemario suyo y otros de autores universales contemporáneos. Fue la ocasión en que me acerqué y le propuse esta entrevista que él aceptó con mucha complacencia. Ahora la someto a los lectores de La Esquina de Padura.

Marilyn Bobes (MB): Háblanos del libro que acabas de presentar en Cuba.

Víctor Rodríguez (VR): Vine a participar de la Feria del Libro de Matanzas, que me parece un evento literario de categoría internacional. Allí presenté la maravillosa edición que hizo Vigía de mi libro de poesía El cuaderno de la rata almizclera. Desde que era un joven poeta en los años 80, cuando Rolando Estévez y Alfredo Zaldívar fundaron esta extraordinaria editorial, quería ser parte de su familia. Y estoy feliz de haberlo logrado por fin. En El cuaderno de la rata almizclera reflexiono (a partir de la contemplación de la naturaleza de Ohio, el Estado donde resido hace veinte años en Estados Unidos) sobre mi identidad. También en esa Feria presenté dos libros con los que tengo alguna relación, de Ediciones Matanzas, para mí la mejor editorial cubana de nuestros días, Se trata de la antología del poeta palestino Najwan Darwish Una palabra en contra, que seleccioné y prologué, y el libro del poeta danés Martin Glaz Serup El campo, que traduje del inglés con Katherine Hedeen. Los dos son libros maravillosos, escritos por poetas aún jóvenes que responden con agudeza a problemas de nuestro tiempo y buscan otros modos de decir.

MB: A pesar de que eres un poeta consagrado en el mundo de habla hispana siempre publicas y mantienes contacto con tu país de origen. ¿Por qué?

VR: Como no me canso de decir, aunque no escriba siempre en Cuba, escribo siempre desde Cuba. Además, no considero un libro publicado hasta que ese libro aparece en la isla, porque mi diálogo es en última instancia con el lector cubano. Te aclaro que no lo hago por nacionalismo, que me parece una ideología perversa, responsable de los peores crímenes de la historia. La nación es siempre excluyente, opresiva y represiva (nunca “con todos y para el bien de todos”, como soñaba Martí). La nación ha probado no servir para cumplir la tarea que más necesitamos las sociedades que padecimos y padecemos el colonialismo: descolonizarnos. Lo que me sucede es que tengo conciencia de que pertenezco a una comunidad, a una cultura, a una tierra. En fin, no soy otra cosa que un guajiro de Cayama, el barrio del Central FNTA donde crecí, que se dedica en cuerpo y alma a la poesía. Con esa conciencia me siento cada día a escribir, esté donde esté, poesía o lo que sea, y la conciencia es lo que determina todo.

MB: Has ganado muchos certámenes de poesía. ¿Por qué concursas tanto?

VR: Los concursos de poesía me salvaron la vida, como poeta, cuando no tenía quien publicara mis libros, entre finales del pasado siglo y principios de este. Sobre todo, los muy generosos que se convocan en España, y que no excluyen a los hispanoamericanos. Es que durante más de una década las editoriales cubanas se olvidaron de mí, seguramente porque no residía en la isla, aunque nunca he roto mis vínculos familiares e intelectuales. Gracias a los concursos he podido cumplir con el deber de no solo escribir libros sino de hacer que se publiquen, como me enseñó un día Luis Rogelio Nogueras. Creo que los premios no dan ni quitan valor a una obra, porque son algo exterior y el valor es intrínseco de esa obra. Además, no se debe escribir para concursos, especialmente en el caso de la poesía (que se resiste a ser forzada, manipulada para ninguna causa). La poesía es rebelde por definición, un tipo de pensamiento que se opone a toda ideología, y cuya única utilidad es ayudar a vivir. En fin, los premios son parte importante para la promoción de la poesía, y lo único malo de ellos es que en la mayoría de las veces uno no se los gana.

Víctor Rodríguez Núñez fue galardonado con el Premio David en su país natal.

MB: Danos tu visión de la poesía hispanoamericana.

VR: Esta es una pregunta que para contestarla, con rigor, habría que escribir una extensa monografía. Así que solo voy a poder decir un par de cosas. La poesía hispanoamericana está bien establecida en el mapa de la poesía mundial desde finales del siglo XIX, y esto lo he podido comprobar en mis intercambios con poetas de otras latitudes. Es una poesía que mantiene un balance entre la apertura (sobre todo, al mundo occidental) y el cierre sobre sí misma (las principales influencias de los poetas latinoamericanos son los propios poetas latinoamericanos). Los nombres de Darío, Huidobro, Vallejo, Mistral, Borges, Neruda, Paz, Lezama Lima, Cardenal, Gelman, entre otros, tienen resonancia universal. La poesía latinoamericana ha desarrollado una cosmovisión que desafía la razón occidental, ha propuesto al mundo una razón alternativa que resulta fundamental para la descolonización. En sus mejores momentos, es una poesía dialógica, consciente y participativa (es decir, que se compromete con el otro, al punto de hacerlo coautor del texto)

MB: En ese panorama ¿dónde colocarías la poesía cubana?

VR: La poesía hecha en Cuba ha estado desde sus primeras manifestaciones en la primera línea de la poesía de lengua española. Por ejemplo, Martí y Casal pertenecen a la vanguardia del modernismo, movimiento que marcó la independencia cultural de Nuestra América. Y no quiero abrumar al lector con más ejemplos, porque en cada vertiente significativa de la poesía hispanoamericana, ha sobresalido un poeta cubano. En esta coyuntura difícil, la poesía cubana vive uno de sus mejores momentos, y lo pude comprobar en las lecturas de la Feria del Libro de Matanzas. Por ejemplo, alcanza su madurez la llamada Generación Cero, que empieza a publicar después del año 2000, y que es de una diversidad, fecundidad y profundidad admirables. No solo escriben poesía sino que saben divulgarla, y han creado con pocos recursos editoriales, revistas y eventos impresionantes. A la poesía cubana de hoy lo único que le hace falta es una mejor divulgación, ser más conocida dentro y fuera de nuestras fronteras.

MB: ¿Cómo tu labor docente ayuda u obstaculiza tu oficio de poeta?

VR: La docencia me ha ayudado a formarme como intelectual, y creo que un poeta debe ser un intelectual redondo (a mayor conciencia, mejor poesía). Me obliga a hacer lecturas que al cabo me actualizan, me enriquecen, como las de autores recientes y las de crítica y teoría literaria. También la docencia me permite estar en contacto con los jóvenes, de los que aprendo más que lo que les enseño. De la docencia vivo porque, como se sabe, la poesía no se vende, tiene valor de uso pero no valor de cambio. El capitalismo lo ha convertido todo en mercancía, menos la poesía, y eso lo digo como un elogio. Pero la docencia, sin llegar a obstaculizar del todo mi trabajo como poeta, me ha quitado ya demasiado tiempo y energía. Me propongo dejarla en un par de años (como ya le hice saber a las autoridades de Kenyon College, la universidad donde he sido profesor por más de dos décadas), para dedicar lo que me quede de vida solo a la poesía.

MB: ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

VR: Yo no puedo vivir sin proyectos, que son mi manera de organizar los sueños, y me mantienen sano mentalmente. Leo y escribo todos los días, sobre todo poesía, y quiero seguirlo haciendo, incluso con mayor dedicación. Leo mayormente la poesía creada antes de la modernidad, con énfasis en la poesía no occidental, que me parece en definitiva la más creativa, e incluso la más moderna. Algunos creen que, porque usamos una computadora o cualquier otra tecnología, podemos ser mejores poetas que los autores anónimos del Rigveda o del Gilgamesh. Escribo en estos tiempos haikus y tankas, bajo la influencia de la poesía tradicional japonesa, sin tener en mente ningún libro en específico. Algún día le echaré un ojo a esos textos y, estoy seguro, surgirá de entre ellos un libro, porque a pesar de todo somos coherentes. Mi más reciente libro, que acaba de aparecer en Argentina y España (y espero se publique el año próximo en Cuba, para completar su ciclo), es La luna según Masao Vicente. Se trata de una novela en haikus, que mezcla mis memorias y mis visiones sobre la Limpia del Escambray (un episodio de nuestra historia sobre el que todavía hay mucho que decir, de la que fui testigo cuando niño). Pero este tema lo dejamos para nuestra próxima entrevista, ¿te parece?

El poeta y su obra

Víctor Rodríguez Núñez (La Habana, Cuba, 1955) es también periodista, crítico, traductor y catedrático. Ha publicado diecisiete poemarios, varios de ellos con reediciones.

Han aparecido ediciones de sus poemas escogidos en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, España, Honduras, México y Perú. Se han editado libros y antologías de su poesía en alemán, árabe, chino, francés, hebreo, inglés, italiano, macedonio, neerlandés, serbio, sueco y vietnamita; ha leído sus textos en eventos literarios de más de cincuenta países.

Ha recibido los premios de poesía David (Cuba, 1980), Plural (México, 1983), EDUCA (Costa Rica, 1994); y en España, Renacimiento (1999), Fray Luis de León (accésit, 2005), Leonor (2006), Rincón de la Victoria (2010), Jaime Gil de Biedma (accésit, 2011), Alfons el Magnànim (2013), Fundación Loewe (2015) y Manuel Alcántara (2021).

Por el conjunto de su obra recibió en Italia el Premio Ciudad de Pescara-Sinestética de Poesía (2020). Durante la década de 1980 fue redactor y jefe de redacción de la influyente revista cultural cubana El Caimán Barbudo, donde publicó numerosos trabajos sobre literatura y cine. Una selección de sus entrevistas con poetas hispanos se encuentra en La poesía sirve para todo (2008). Compiló tres antologías que definieron a su generación, así como La poesía del siglo XX en Cuba (2011).

Ha realizado ediciones críticas o estudios sobre Julián del Casal, Dulce María Loynaz, José Coronel Urtecho, Emilio Ballagas, Cintio Vitier y Francisco Urondo, entre otros poetas. Ha traducido poesía tanto del inglés al español (Mark Strand, C. D. Wright, John Kinsella) como del español al inglés (Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Antonio Gamoneda).

Doctor en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Texas en Austin, es catedrático de esa especialidad en Kenyon College, Estados Unidos.

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