La muerte del libro y otras sorpresas

Bibliofilia y mercado del libro en Cuba

Nunca más los cubanos compramos libros en las cantidades que solíamos hacerlo en décadas anteriores, por varias causas, económicas y editoriales; oferta y finanzas desbalancearon la ecuación.

Los bibliófilos somos una raza en extinción, poco práctica, alejada de la realidad. Nos pasamos la vida coleccionando libros, sin saber si vamos a leerlos algún día; y cada vez tenemos menos tiempo de vida y más libros; ahora, la época ha puesto de relieve, como nunca antes, esa aberración nuestra; pero cada cual la ve de manera diversa.

“Hacerse de un libro es, ante todo, comprar la promesa de un tiempo futuro en el que tendremos tiempo para leerlo”, ha escrito hace muy poco el escritor español Héctor García Barnés para responder al título de su artículo “Por qué compramos más libros de los que podemos leer” (El confidencial, 3/12/ 2023). No se puede negar la belleza de esa idea. Pero García Barnés es muy joven aún, habría que ver si piensa lo mismo dentro de tres décadas, cuánto habrá crecido su biblioteca hasta entonces, y cómo la conserva.

De los diversos instrumentos del hombre,

el más asombroso es, sin dudas, el libro.

Los demás son extensiones de su cuerpo.

[…] El libro es una extensión de la memoria

y la imaginación.

Jorge Luis Borges

Empecé a comprar libros a los veinte años, cuando crecieron mis apetitos culturales y mi economía me lo permitió. Por aquel tiempo (finales de los sesenta) eran muy baratos en Cuba. Compré libros de manera indiscriminada en esa década y en la siguiente. Podían resultarme atractivos por la materia, el autor, el tema, u otra cosa. Disfrutaba comprarlos, aunque fuera postergando su lectura.

En el Centro Cultural Habana, en la calle San Rafael, los libros han ido prediendo espacio.

Cuando comienzo mis estudios de letras, mis intereses de lectura se hacen más específicos. Se concentran más en la literatura. Pero seguí comprando libros. A partir de los ochenta, mi vida cambia, la familia crece, tengo menos tiempo y menos espacio para libros, pero conservo mi biblioteca. Y no dejo de comprar libros.

En los noventa, con la llegada de la crisis económica del período especial, algunos bibliófilos vendimos una parte de nuestros libros por necesidad imperiosa. Así volaron de mis libreros primeras ediciones que nunca recuperé. Vendí la edición príncipe de Paradiso, entre otros títulos muy valiosos. Fue la edad de oro del libro de uso en La Habana. Muchos libreros de la Plaza de Armas “se forraron” vendiendo a coleccionistas extranjeros.

Nunca más los cubanos compramos libros en las cantidades que solíamos hacerlo en décadas anteriores, por varias causas, económicas y editoriales; oferta y finanzas desbalancearon la ecuación. Las librerías no ofrecen lo que queremos, ni nuestra economía nos permite comprar como antes.

Quienes hemos tenido bibliotecas más o menos nutridas y expuestas, alguna vez hemos escuchado comentarios como: “¿Y usted ha leído todos esos libros?”. Las respuestas pueden ser tan distintas como distintos, diversos, somos los bibliófilos. Lo que sí está claro es que a estas alturas ya ninguna biblioteca personal crece en la isla. Todo lo contrario.

Borges en la biblioteca

El libro en la hora actual

Hace veinticinco años, conocí en la última Feria Internacional del Libro de La Habana que se celebró en Pabexpo (1998) a Carl Slienger, editor-librero mexicano, residente en Londres, quien domina el mercado del libro raro y de uso como pocos. Actualmente lleva medio siglo en ese negocio. En los últimos meses hemos intercambiado sobre la hora actual del libro y a propósito del tema, me reenvió una publicación procedente de Uruguay que vale la pena citar.

Se trata de la 7ma edición de La Noche de las Librerías, “una actividad que tiene como objetivo dar visibilidad a las librerías uruguayas como patrimonio e identidad del país y destacar la figura del librero como mediador entre las publicaciones y el público”. Más de setenta librerías se sumaron a esta edición, el 10 de noviembre, tanto en Montevideo como en el interior, según dio a conocer la intendencia de esa ciudad.

Uno no puede menos que alegrarse de una noticia así, porque en La Habana sucede todo lo contrario. Cada vez que salgo a caminar la ciudad me encuentro algo “nuevo” en relación con las librerías. Ahora están cediendo una parte de su espacio a los cuentapropistas que venden cualquier tipo de cosas allí. Según me dijo una librera, el dinero de ese arrendamiento contribuye a pagar los salarios, porque la gente no está comprando libros. La suerte de las librerías habaneras parece estar echada.

En el espacio de Artex, contiguo al Centro Cultural Habana, el libro es lo menos importante.

El universo del libro cubano está en terapia: los escritores llevamos más de un quinquenio sufriendo el estancamiento editorial: las editoriales apenas publican libros; las librerías deben lidiar con ese panorama y con la falta de recursos para mantener los inmuebles.

Sin embargo, hay un mercado no despreciable del libro (de uso) que se muestra en redes sociales. Paradójicamente, la gente compra muy poco en las librerías, pero adquiere libros en ese mercado virtual a precios muy superiores a los de las librerías del estado. Muchos proceden de bibliotecas personales, de gente que emigró, o murió, y a sus herederos no les interesan los libros; o gente que necesita dinero y está vendiendo sus libros, como en los noventa. Entonces, los libreros particulares los obtienen y los volúmenes alcanzan otra vida porque encuentran nuevos lectores. Esos libreros demuestran que son mejores promotores y vendedores que el sistema estatal.

¿Cuál será la próxima estrategia del Estado en el mercado del libro? ¿Convertir las librerías en mipymes? De hecho ya comenzó: la antigua Internacional ahora es una mipyme, un engendro raro donde apenas hay libros; también el Centro Cultural Habana, en la calle San Rafael, alberga otra. Allí conviven Artex, la librería estatal, la mipyme, y un centro nocturno. A gozar y bailar con el libro en la capital. (2023)

3 comentarios

  1. Yolanda

    En verdad, Michelena, así es como dices. Sin embargo quería comentarte que la situación de las librerías no es tan reciente, ni creo que sea x rsta crisis de ahora, en el interior del.pais comenzó hace varias décadas, varias. No puedo asegurar cuándo las librerías comenzaron a ceder espacios, para tiendas, para otras cosas, se dejaron de hacer presentaciones de libros, cosa que antes era semanal, ahora resulta toso un acontecimiento, se deja de invitar a escritores locales, se dejaron los estímulos al mejor lector o al mejor promotor, coda que también estimulaba no solo el mercado, sino ka lectura. Y la situación empeora, xq no hay producción, nada, no se publica nada que atraiga ni interese a la gente. Entonces? Entonces las tendremos en terapia. Gracias

    .

  2. joel franz rosell

    Si como señala el autor del artículo, se compran más libros de segunda mano que libros recién publicados es porque -la constatación no es nueva- no se publica lo que la gente quiere leer. Hace tiempo que la actividad editorial es un mecanismo de ayuda económico-social de la legión de escritores que engendró el sistema de ediciones territoriales. Durante lustros, los escritores, aspirantes a escritores y otros apasionados de la literatura vivíamos de oficios tales como especialistas literarios y asesores en diversas instituciones culturales. Solo publicábamos un libro cuando nos lo pedía el espíritu y no el bolsillo. Desde fines de los 90 y sobre todo desde mediados de los años 2000, demasiada gente depende de la publicación de un libro: se publican títulos repetitivos, inmaduros y sin demanda, y el lector se da cuenta de ello. Los autores muertos, sea cual sea su calidad, desaparecen de los catálogos. Esa es una de las causas de la crisis de la edición y la librería en Cuba.

  3. Lázaro Zamora

    Este problema tiene que ver con la crisis material del país, pero también con algo mucho más grave: el desinterés de los cubanos por la literatura, fenómeno que se viene agudizando desde los años noventa.

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