Improductividad agropecuaria aflige la seguridad alimentaria en Cuba

Cuba importa 80 % de los alimentos que consume, y los producidos en el país no cuentan con una adecuada infraestructura para su almacenamiento, conservación y procesamiento.

Clientes hacen fila para adquirir productos agrícolas durante una feria popular con motivo del 505 aniversario de la fundación de La Habana. Cuba importa 80 % de los alimentos que consume, mientras que los de origen nacional tienen altos precios por la ineficiencia en la productividad agrícola.

Foto: Jorge Luis Baños/IPS

La Habana, 22 nov.- La seguridad alimentaria en Cuba se ve cada vez más comprometida por el encarecimiento de los alimentos, la falta de diversidad en la dieta y la baja capacidad productiva agrícola, dificultando los esfuerzos por alcanzar estándares positivos en este sector social básico .

“Gasto prácticamente todo mi salario en sacar los mandados (productos estatales racionados), comprar algunos productos en el agro (mercado agropecuario privado), alguito más y, todavía así, no puedo decir que tengo una buena alimentación”, dijo a IPS Roberto García, un informático de una empresa estatal, residente en La Habana.

Varios estudios coinciden en que la ciudadanía cubana destina entre 55 % y más de 70 % de sus ingresos a la compra de alimentos esenciales.

El salario medio en esta nación insular caribeña es de 4 648 pesos, que equivale a 38,7 dólares, según la tasa de cambio oficial de 120 pesos por un dólar, y a 14,3 dólares, según la tasa del mercado informal de divisas, por la cual se establecen los precios de muchos productos y servicios.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la seguridad alimentaria, en la escala de un país, significa que “todas las personas en todo momento tienen acceso físico y económico a suficiente alimento, seguro y nutritivo, para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias, con el objeto de llevar una vida activa y sana”.

“Gasto prácticamente todo mi salario en sacar los mandados (productos racionados), comprar algunos productos en el agro (mercado agropecuario), alguito más y, todavía así, no puedo decir que tengo una buena alimentación”: Roberto García.

En la isla, alcanzar esa meta es un propósito claro del gobierno. El artículo 77 de la Constitución vigente, aprobada en 2019,  establece el derecho a la alimentación y el objetivo de alcanzar la seguridad alimentaria para todas las personas.

De acuerdo al Programa Mundial de Alimentos (PMA), durante los últimos 60 años, los programas integrales de protección social de Cuba y el acceso universal a los servicios básicos han erradicado principalmente la pobreza y el hambre.

Sin embargo, la crisis económica crónica del país, agudizada en la actualidad, con una contracción en 1, 9 % y una inflación de 30 % al cierre de 2023, se sobrepone a esos esfuerzos y dificulta que los platos lleguen a la mesa de la ciudadanía con una calidad nutricional adecuada.

Datos del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología, previos a la pandemia de covid-19, evidenciaron una alta prevalencia de anemia entre niños de 6 a 23 meses en la capital y en las provincias orientales y centrales.

Un estudio publicado en 2022 por la Revista Cubana de Tecnología de la Salud –certificada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente– indica que la desnutrición había figurado durante más de una década entre las primeras 35 causas de muerte en la mayor isla del Caribe.

La investigación arrojó que, en el periodo de 2011 a 2021, ocurrieron como promedio 48, 64 defunciones anuales por desnutrición. A su vez, 0,43 personas de cada 100 000 habitantes (la población del país es de unos 10 millones) tuvieron riesgo de morir por esa causa.

La productora Virginia Creach labora en un cantero donde cultiva hortalizas y plantas aromáticas en la Finca La Mambisa, en La Habana. La agricultura en Cuba se afecta por la escasez de finanzas para la importación de insumos y maquinarias, la erosión y salinización de los suelos y la falta de trabajadores agrarios, entre otras razones.

Percances de la agricultura nacional

“Producir alimentos cuesta caro: las semillas, el abono… pero el mayor problema de los precios está en los intermediaros, que los suben demasiado”, afirmó en diálogo con IPS Virginia Creach, pequeña agricultora y dueña de la finca La Mambisa, en el municipio habanero de Marianao.

Múltiples factores entorpecen la eficiencia agropecuaria, como la erosión de los suelos, la salinidad, acidez, mal drenaje, baja fertilidad o la escasa retención de humedad. De las tierras del país, 77 % clasifican como poca productivas.

Asimismo, afectan los huracanes, sequías y otros eventos climatológicos extremos, además del éxodo de personas del campo a las ciudades, impagos a agricultores y contraproducentes estructuras burocráticas.

La escasez de divisas, agudizada por las sanciones de Estados Unidos hacia la isla, dificulta el acceso a créditos para invertir en el sector y entonces importar fertilizantes, piensos, maquinaria moderna, sistemas de riego más tecnificados, exponen las autoridades.

En busca de solucionar este problema, el gobierno aprobó en octubre de 2022 la Ley de Soberanía Alimentaria y Seguridad Alimentaria y Nutricional, que propone una mayor descentralización, modelos sostenibles de producción y disminuir la elevada dependencia de las importaciones de alimentos, junto con la pérdida cada año de significativos volúmenes de las cosechas debido a una gestión deficiente.

Cuba importa 80 % de los alimentos que consume, y los producidos en el país no cuentan con una adecuada infraestructura para su almacenamiento, conservación y procesamiento, por lo que su oferta está condicionada por la estacionalidad, por lo que aproximadamente 70 % de las cosechas se obtiene en los meses de invierno.

Una clienta realiza el pago de su compra en el interior de un establecimiento estatal que comercializa sus productos en divisas, en La Habana. En muchos casos, la ciudadanía, para suplir las calorías necesarias, tiene que comprar alimentos a altos precios en mercados privados, o en estatales que los comercializan en divisas inaccesibles para la mayoría de la población.

Alimentos subsidiados

Un sector amplio de la población solventa el hambre por un sistema de distribución racionada y subsidiada de alimentos que Cuba mantiene desde marzo de 1962, en el que se provee mensualmente, a cada ciudadano, productos esenciales de su dieta.

El gobierno dedica más de 2000 millones de dólares al año a importar los víveres racionados que, por falta de financiamiento y problemas con la transportación, han sufrido escasez y retrasos en su distribución.

Según un artículo publicado en 2020 por la economista cubana Betsy Anaya, entonces directora del Centro de Estudios de la Economía Cubana, el consumo racionado cubría las recomendaciones nutricionales para la población menor de siete años de edad, pero no garantizaba la necesaria diversidad en la dieta pues no aportan alimentos ricos en fibra dietética, así como tampoco frutas y vegetales frescos.

Las personas debían entonces complementar los nutrientes necesarios en otros tipos de puntos de venta, a precios mucho más altos. En el contexto actual lo hacen a través de mercados privados o de estales en divisas, inaccesibles para la mayoría de la población.

Una clienta ingiere una pizza en el exterior de un establecimiento privado, en La Habana. Organismos de las Naciones Unidas intentan promover, por cuestiones de salud, la educación nutricional en Cuba.

Educación nutricional

Los hábitos alimentarios también dificultan el problema de la comida en Cuba. Numerosas familias no llevan ni incentivan una dieta balanceada y sana, sea por cuestiones culturales o meramente económicas.

“El vegetal no debe faltar a la mesa, y el cubano no los come. Esos hábitos hay que cambiarlos”, dijo la agricultora Creach.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y el PMA, lanzaron en octubre una serie audiovisual sobre educación nutricional, en aras de promover dicho conocimiento en los jóvenes, y de motivarlos a producir sus alimentos y los de su familias en entornos comunitarios y escolares.

“En el proyecto, fuimos al campo con los niños, cosechamos, trajimos las cosas y con lo que había, cocinamos. La dieta balanceada y sana es clave para no enfermar. Los niños no comen verduras, pero si los vinculas al proceso productivo, las comen”, dijo a IPS el chef Enrique Suárez, un protagonista del serial y dueño del capitalino restaurante Tocamadera.

El escenario de los 10 episodios del proyecto ocurrió en las granjas agroecológicas Finca María y Finca Vista Hermosa, ambas de La Habana, las cuales también donan parte de sus producciones a hospitales, asilos de ancianos, escuelas, hogares de atención a la maternidad y áreas vulnerables de sus comunidades.

“Las políticas y los programas educativos de salud y educación nutricional deben ser pertinentes y sensibles a los contextos de los países y las necesidades cambiantes. Es necesario prestar más atención a la salud mental, a la promoción de la actividad física, al apoyo a las y los estudiantes con enfermedades crónicas y con discapacidad, y a los enfoques eficaces para abordar el sobrepeso y la obesidad», comentó ante IPS Anne Lemaistre, directora de la Oficina Regional de la Unesco en Cuba.

Desde hace décadas, la Unesco ha apoyado la creación de huertos escolares y materiales didácticos sobre educación nutricional.

El PMA, por su parte, solo en 2023 asistió a unas 760 000 personas y ha contribuido a la consolidación de cadenas de valor agrícolas, así como a brindar capacitación, asistencia técnica y equipos a pequeños agricultores.

ED: EG

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