El bolero: patrimonio y marca de identidad

El género musical, que nunca pasa de moda, ha sido declarado Patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad en este diciembre de 2023.

El bolero empezó con la guitarra y la percusión y después se asoció con el piano y con sextetos, septetos y conjuntos que ampliaron su diapasón.

Más allá de las modas y cultivado en toda Hispanoamérica, el bolero, género musical nacido en Cuba y enraizado profundamente en México ha sido declarado recientemente como Patrimonio inmaterial cultural de la Humanidad por la UNESCO, a solicitud de aztecas y cubanos.

Nacido a finales del siglo XIX en Santiago de Cuba donde José Pepe Sánchez compuso el primero (Tristezas) puede decirse que su repercusión abarcó toda Hispanoamérica ya hacia mediados del siglo XX.

Derivado de la fusión de ritmos hispanos y afrocubanos tiene sus antecedentes en la habanera y el bolero español pero sus características musicales contuvieron, desde el principio, células rítmicas y melodías diferentes llevadas al compás del cuatro por cuatro.

Todos los años se celebra en Cuba el Festival Boleros de Oro.

Para cubanos y mexicanos constituye la canción por excelencia y diversos compositores de ambos países han contribuido a su amplísimo repertorio y su ductilidad que lo hace emparentarse desde la trova a diferentes subgéneros como el filin que aportó armonías de influencia francesa y norteamericana.

Empezó con la guitarra y la percusión y después se asoció con el piano y con sextetos, septetos y conjuntos que ampliaron su diapasón hasta entregarnos piezas que ya son clásicos tanto del patrimonio cubano como del mexicano.

El bolero, la mayoría de las veces de tiempo lento y con letras románticas y muchas veces anecdóticas, tuvo entre sus grandes cultores a Alberto Villalón, quien lo llevó a tierras aztecas y a Sindo Garay quien lo trasladó a Puerto Rico.

En México podrían citarse a Vicente Garrido y Consuelo Velásquez quienes compusieron algunas de las joyas que hoy se conocen en todo el mundo de habla hispana.

El Festival Boleros de Oro es auspiciado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y cuenta con invitados de toda Iberoamérica

Menciones aparte merecen los exponentes del filin, un movimiento que en la década de los 40 y 50, del pasado siglo XX, tuvo a los notables César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Ñico Rojas y, aunque no precisamente dentro de esta expresión por características muy singulares, a la gran Marta Valdés.

Todos los años se celebra en Cuba el Festival Boleros de Oro auspiciado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) que cuenta con invitados de toda Iberoamérica y que goza de una increíble aceptación por parte del público de esta región y en los teatros donde se realiza el público acude masivamente.

El bolero no pasa de moda a pesar de la llegada de la música urbana y la competencia de la salsa que, dicho sea de paso, lo incorpora también a su propia manera de sentirlo como antes lo hicieran orquestas como la de Arsenio Rodríguez y Roberto Faz por solo citar dos ejemplos.

El internacionalmente conocido mexicano Luis Miguel lo ha actualizado de manera que ha logrado situarlo en la preferencia de las jóvenes generaciones.

María Elena Pena se encuentra entre las cantantes que proclaman con orgullo su condición de boleristas

En Cuba son incontables los intérpretes que lo cultivan. Prueba de ello es el centro nocturno Dos Gardenias donde se presentan importantes cantantes que llevan el género a su máxima expresión como Mundito González, María Elena Pena, Raquel Hernández y muchos otros que proclaman con orgullo su condición de boleristas.

Muy justa, por tanto, la decisión de la UNESCO. El bolero es una marca de identidad de cubanos y mexicanos, sobre todo, pero extiende su influencia a los millones de fanáticos de uno de los géneros más importantes y conocidos de la música universal.

Viva pues el bolero como testimonio de la riqueza de la cancionística cubana y mexicana. Es muy probable que nunca deje de cantarse pues desde lo más culto hasta lo más popular deja una huella que perdura y trasciende las fronteras para convertirse en un sello de identidad, creatividad y fusión de lo hispano con lo africano en una síntesis perfecta que conquista y conmueve aun cuando, a veces, roce con una cursilería que forma parte también de nuestra condición latina. (2023)

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