La utilidad de un libro sobre la película cubana El Mayor
El volumen Ese espacio azul que nos corona propone un acercamiento a la figura de Ignacio Agramonte tomando como pre-texto la cinta de Rigoberto López.
Ese espacio azul que nos corona. Historia y cine en El Mayor de Rigoberto López es la publicación más reciente de Ediciones Icaic en 2024. Este volumen reúne a un total de 15 autores y propone un acercamiento histórico a la figura de Ignacio Agramonte, en primer término; además de Carlos Manuel de Céspedes, Amalia Simoni y otras figuras fundacionales de nuestra historia patria, tomando como pre-texto la cinta aparecida en 2020.
¿Es útil este texto cuatro años después del estreno del filme? ¿Cumple con el propósito declarado por la editorial en una nota introductoria de que sea El Mayor “la inspiración para volver sobre nuestra propia historia”? ¿Es esta compilación una forma de “contar la historia para comprender el presente y proyectar el Futuro”?
Antes de intentar responder estas interrogantes, acerquémonos a la estructura y contenido del libro.
El Bayardo en la mirada martiana
Está compuesto por un prólogo, seguido de catorce ensayos y artículos, cuya intención es iluminar la figura del Bayardo camagüeyano desde su papel en las luchas independentistas y su posición en el intríngulis político del primer lustro de la Guerra del 68. Su título, Ese espacio azul que nos corona, alude a una metáfora empleada por José Martí para definir el espíritu de Agramonte frente al de Céspedes.
El volumen inicia con el artículo martiano sobre ambos próceres, precedido por un texto introductorio de Pedro Pablo Rodríguez que explica cómo logra el Apóstol escribir este trabajo capitular, publicado en Nueva York, durante 1888, en el Avisador Cubano.
El artículo “Céspedes y Agramonte” está escrito, según Pedro Pablo Rodríguez, “como si a uno y a otro los hubiera tratado frecuentemente y como si hubiera vivido junto a ellos los acontecimientos que refiere”.
Agramonte, figura histórica
Un grupo de textos, a continuación, muestran al niño que paseó por las calles de Puerto Príncipe («La casa solariega de los Agramonte», Gerardo Castellanos), al hombre que amó apasionadamente a Amalia Simoni (“Que no parecen cosas de la vida real”, María A. Borroto), y al joven ilustrado que se incorpora a la guerra de los Diez Años para convertirse en uno de sus oficiales más útiles y sagaces («El arte militar del Bayardo Camagüeyano», Ángel Jiménez)
Hay, igualmente, en este primer núcleo, un acercamiento de Yoel Cordoví a la presencia del Mayor en la historiografía cubana; y el estudio que cierra, firmado por Leonor Muñoz, sobre el combate de Jimaguayú, fruto de una investigación interdisciplinaria que arroja luz sobre el nefasto suceso donde Agramonte pierde la vida.
De la Historia al Cine
La transición del volumen se produce a partir del acercamiento de Luis Fidel Acosta Machado al cine histórico como género, tanto en Cuba como en el extranjero, para brindar su perspectiva sobre la colocación de El Mayor dentro de esa forma de acercarse a figuras o hechos.
Su aporte reside en el reconocimiento, desde su posición de historiador, de las diferencias entre la Historia escrita y la ficción cinematográfica; así como de las potencialidades de esta última en la «potabilización» del rigor académico de la primera, sin traicionarla en su veracidad.
A partir de aquí se intenta un diálogo, con más o menos éxito, entre lo que Rigoberto López convirtió en producto fílmico y lo que los estudios históricos han construido alrededor de esa época y las personas protagonistas.
Sobre esta cuerda se mueven los trabajos de René González y Rafael Acosta de Arriba. El primero abunda en «Céspedes, Quesada y Jordán: hacer por Cuba» sobre varios personajes secundarios dentro de la trama del filme y se refiere a personalidades importantes de esos años, como el Mayor General Manuel de Quesada y Loynaz o el norteamericano Mayor General Thomas Jordan, entre otros.
Céspedes y Agramonte como tema
Pero el núcleo temático yacerá en las contradicciones entre Céspedes y Agramonte y en cómo fueron representadas.
René González nos brinda su retrato de Céspedes. Acosta de Arriba, uno de los estudiosos más acuciosos del Padre de la Patria, profundiza acerca de la representación del prócer en el filme, a partir de esta valoración inicial: “El Carlos Manuel de Céspedes y López del Castillo que nos ofrece El Mayor posee más elementos a favor que en contra, en su representación del personaje histórico”.
Los trabajos siguientes son: un diálogo entre el cubano Rafael Hernández y el historiador canadiense Hal Klepak, resumen de la presentación del filme en dos ocasiones diferentes durante diciembre de 2021; y el escrito de Fabio E. Fernández acerca de los vínculos de la película con la política y algunos dilemas de la Cuba de hoy.
Las apostillas de Luciano Castillo
«Apostillas sobre El Mayor«, de Luciano Castillo, es el único texto dedicado completamente a la cinta como producto cinematográfico.
Castillo pone en diferentes contextos históricos la realización del filme. Inicia con el propio cine cubano, y la mención de El rescate del Brigadier Sanguily (Enrique Díaz Quesada, 1916), una de las hazañas del camagüeyano; para sumarla a las escasas producciones sobre la guerra realizadas antes de 1959, entre las que destaca La rosa blanca (Emilio El Indio Fernández, 1954.).
A seguidas, hace una panorámica sobre la obra de Rigoberto López hasta llegar a El Mayor, donde se detiene brevemente para comentar cómo logró esa película. Después, se adentra en la trayectoria de buena parte del equipo de realización, hasta concluir con un collage de opiniones sobre lo que significó para cada uno trabajar ahí.
Segundas partes y tiempo desperdiciado
Elier Ramírez explica en el prólogo del texto que el proyecto se inspira en una idea similar ―la recopilación Con un himno en la garganta. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia de Alejandro Gil)― acometida con la cinta Inocencia (2018) casi dos años después de la premier fílmica. Ese espacio azul… se publica cuando han transcurrido cuatro del estreno.
Tanto el uno como el otro desperdiciaron el tiempo de pre-filmación y exhibiciones iniciales, los más productivos para la promoción cinematográfica, no solo para preparar su puesta en pantalla, sino también para motivar y conducir la lectura del público.
En tiempos de redes y transmedialidad, Ese espacio azul… debería ser resultado de un trabajo con ellas, aprovechando los propios defectos históricos de El Mayor y las concesiones narrativas del guion.
Ahora, solo consigue ser un compendio de artículos interesantes per se, sin una conexión inmediata con la película incitadora.
¿Inspiración para volver sobre nuestra Historia?
Los testimonios publicados por Luciano Castillo en sus “Apostillas…” permiten constatar que El Mayor pertenece a ese grupo de obras cinematográficas en las que un gran esfuerzo colectivo no culmina con un resultado alentador en lo estético y lo comunicativo. No solo posee errores históricos, sino también desaciertos en la puesta en escena, lo cual incluye actuación, dirección de arte, estructura narrativa y ajustes de diálogos.
Otras películas cubanas recientes sobre los acontecimientos históricos y las personalidades del siglo XIX ya han puesto alto el listón. Baste señalar a José Martí, el ojo del canario (Fernando Pérez, 2010) e Inocencia (Alejandro Gil, 2018). Ambas se arriesgaron con sucesos que tenían protagonistas jóvenes y ganaron la apuesta con un público de similar grupo etario.
El Mayor no consigue bajar de su pedestal de piedra a Ignacio Agramonte. Dentro del cine histórico cubano está más cerca de Baraguá (José Massip, 1986), en la cual Mario Balmaseda construyó una representación de Antonio Maceo a tono con las imágenes difundidas en los libros de texto.
Si sumamos todos los factores, casi podremos coincidir en que el público joven no será atraído, en esta ocasión, por la breve vida del Bayardo camagüeyano.
¿Contar la historia para comprender el presente y proyectar el Futuro?
Releo el ensayo de Fabio E. Fernández y comprendo que el interés funcional del libro se inscribe, precisamente, en que el argumento fílmico corrobore la “legitimación simbólica de un proceso político”, un propósito del cine histórico cubano realizado por el Icaic.
Sobre tres categorías basa su lectura personal: “libertad”, “unidad” y “radicalidad”; y desde ellas se acerca a los conflictos que vive la nación cubana hoy.
Los textos incluidos en el libro insisten en que el “maridaje” filme-libro, permitan recolocar a Ignacio Agramonte entre los héroes que confirman la justeza histórica de la Revolución cubana.
Solo que, en este caso, la atención debe dirigirse hacia el joven rebelde de ideas civilistas que reta las concepciones del Presidente de la República y, aunque no está de acuerdo con ellas, exclama: “¡Nunca permitiré que se murmure en mi presencia del Presidente de la República!”.
El libro, en sí mismo, es bueno. Pero llega tarde para acompañar a una película imperfecta y poco atrayente (2024).
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