Activa temporada de huracanes acentúa vulnerabilidades de Cuba

La temporada ciclónica 2024, del 1 de junio al 30 de noviembre en el Atlántico norte, el golfo de México y el mar Caribe, se estima será muy activa.

En septiembre de 2022, el huracán Ian golpeó Pinar del Río, la más occidental de las provincias cubanas, con vientos de hasta 200 kilómetros por hora que causaron cuantiosos daños en las edificaciones y redes eléctricas de la capital provincial homónima.

Foto: Jorge Luis Baños/PS

La Habana, 16 may.- La elevada probabilidad de que un huracán impacte a Cuba durante la próxima temporada ciclónica pone de relieve las vulnerabilidades y los riesgos para la ciudadanía, las viviendas y la agricultura, así como las necesarias acciones de mitigación en un contexto económico muy desfavorable.

“Si con una lluvia intensa muchos edificios se derrumban, imagínese si pasa un huracán. Sería una tragedia. Cuando llueve aquí se filtran las paredes y me da miedo que el techo se venga abajo”, confesó Floraida Matos, una contadora jubilada residente en una añeja edificación de La Habana, al ser consultada por IPS.

Una de las principales vulnerabilidades de este país insular del Caribe ante fuertes precipitaciones, tornados y ciclones tropicales radica en el fondo habitacional, dado que un tercio de los cuatro millones de viviendas califican en regular y mal estado técnico constructivo.

En ciudades como La Habana, con 2,2 millones de habitantes, tras lluvias intensas es común la ocurrencia de derrumbes de inmuebles centenarios, sin reparaciones o trabajos de rehabilitación durante décadas.

También zonas bajas, tanto en la capital cubana como en otras localidades, quedan anegadas tras fuertes precipitaciones o inundaciones costeras debido a marejadas.

Varias urbes de la isla están urgidas de inversiones en nuevas obras de alcantarillado, sifones y canales de desagüe, porque “muchos están tupidos por incorrectas reparaciones de los viales, la poco sistemática limpieza de tragantes o por la basura y escombros acumulados en las calles”, indicó a IPS el ingeniero Alexis Núñez.

Residente en una zona baja en La Habana, Núñez recordó que parte de los sistemas de drenaje en la capital cubana “tienen más de 100 años y colapsan cuando llueve fuerte”.

La pérdida de cosechas y animales tras el impacto de un huracán de gran intensidad también supondría una alta vulnerabilidad para este país insular del Caribe, que importa anualmente de 70 % a 80 % de los alimentos que consume.

En medio de una profunda crisis económica, el gobierno de la isla confronta dificultades para importar alimentos, combustibles y otros insumos, debido a la escasez de divisas, obstáculos para acceder a créditos por el embargo estadounidense, así como por el alza de precios en el mercado internacional.

Para Idania Reyes, una trabajadora autónoma en La Habana, el actual contexto inflacionario y marcada depreciación de salarios y pensiones “hacen difícil comprar alimentos que no se echen a perder” como latas con cárnicos, huevos, galletas, jaleas y dulces.

Reyes apuntó a IPS que este tipo de alimentos se encuentra en los comercios privados y en tiendas estatales en divisas, “pero muy caros y no todas las personas, por sus bajos ingresos, pueden comprar una cantidad suficiente para pasar el ciclón y los días siguientes, debido a la falta de electricidad”.

Una pensión mínima en la isla equivale a unos cuatro dólares y el salario medio, poco más de 12 dólares, tomando como referencia el cambio en el mercado informal de divisas.

Dos personas en La Habana recuperan alimentos y equipos electrodomésticos en una zona inundada, tras el paso del huracán Irma. En septiembre de 2017, el poderoso huracán Irma, con vientos de hasta 240 kilómetros por hora, cruzó prácticamente toda la costa norte de Cuba, con impactos sobre 13 de las 15 provincias del país, dejando 10 fallecidos y graves daños en viviendas, agricultura y sectores claves de la economía.

Pronósticos

La temporada ciclónica 2024, del 1 de junio al 30 de noviembre en el Atlántico norte, el golfo de México y el mar Caribe, se estima será muy activa con la posible formación de 20 ciclones tropicales con nombre, de los cuales 11 podrán alcanzar la categoría de huracán.

Según el Instituto de Meteorología (Insmet), con sede en La Habana, existe 90 % de probabilidades de que un ciclón tropical impacte Cuba en estos meses y 80 % de que sea un huracán con vientos máximos sostenidos de más de 119 kilómetros por hora.

La temperatura superficial del mar en la franja tropical del Atlántico norte ha mostrado valores elevados desde junio de 2023 hasta abril de 2024, y los modelos indican que este calentamiento pudiera persistir durante la temporada ciclónica e influir favorablemente en la formación y desarrollo de los ciclones tropicales, alertaron especialistas de los centros de Pronósticos y del Clima del Insmet.

Agregaron que otro factor de importancia es el evento El Niño – Oscilación del Sur (ENOS), el cual se debilita, y la mayoría de los modelos pronostican que pudiera finalizar en mayo para transitar hacia condiciones neutrales.

También hay altas probabilidades de que otro evento, La Niña – Oscilación del Sur (AENOS), se desarrolle en los próximos meses, algo favorable para que la temporada ciclónica sea muy activa.

El Niño es un episodio de vientos cálidos sobre el océano Pacífico ecuatorial, central y oriental, que altera los ciclos de lluvias y sequías en varias regiones del planeta. Su fenómeno opuesto, con vientos fríos, se conoce como La Niña.

Un informe presentado el 8 de mayo por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) corroboró que 2023 fue el año más cálido jamás registrado en América Latina y el Caribe, con una temperatura promedio 0,82 grados centígrados por encima de la media del período 1991-2020.

Refirió que, junto con el cambio climático inducido por el hombre, El Niño de 2023-2024 contribuyó al calor extremo en todo el planeta y exacerbó numerosos fenómenos extremos y olas de calor marinas sin precedentes.

Miembros de la Defensa Civil cubana realizan acciones de rescate y salvamento en zonas inundadas durante el paso del huracán Irma por La Habana, en septiembre de 2017. El sistema de Defensa Civil en la isla, organizado desde el nivel nacional hasta el local, permite proteger la población y la economía ante situaciones excepcionales como huracanes, tornados, inundaciones o derrames de sustancias químicas.

Tal combinación afectó la salud, la seguridad alimentaria y energética, y el desarrollo económico, subrayó el informe.

Según el texto, el año pasado los desastres y el cambio climático dañaron la agricultura y la seguridad alimentaria en la región, y colocaron a 13,8 millones de personas en situación de crisis alimentaria aguda, especialmente en América Central y el Caribe.

La OMM alertó asimismo sobre el derretimiento de los glaciares y el rápido aumento del nivel del mar en el litoral atlántico de la región, lo que amenaza a las zonas costeras y a los pequeños Estados insulares del Caribe.

Mejorar la gestión de riesgos

Cada año, los ciclones tropicales causan múltiples víctimas, muertes y daños importantes a propiedades e infraestructura.

En 2023, uno de los fenómenos más extremos fue el feroz huracán Otis, de categoría 5 (el máximo en la escala Saffir-Simpson), que asoló el 25 de octubre la ciudad de Acapulco, en la costa pacífica mexicana, con decenas de víctimas y miles de millones de dólares en daños materiales.

En septiembre de 2017, el huracán Irma y sus poderosos vientos de hasta 240 kilómetros por hora cruzaron prácticamente toda la costa norte de Cuba, con impactos sobre 13 de las 15 provincias del país, y dejando 10 personas fallecidas y graves daños en viviendas, agricultura y sectores claves de la economía.

Al respecto, el informe de la OMM enfatizó en la urgencia de aumentar las inversiones en los servicios meteorológicos e hidrológicos nacionales para mejorar los pronósticos y alertas tempranas a fin de salvar vidas.

Un grupo de personas en La Habana aseguran tanques para almacenar agua potable, previo a la llegada del huracán Irma, en septiembre de 2017. Desde 2022 echó a andar un proyecto que propone formular un Plan de Adaptación para la Zona Costera de La Habana, que considere los riesgos climáticos a mediano (2030) y largo plazo (2050) e integre medidas de adaptación y decisiones de inversión en el proceso de planificación del desarrollo.

El documento insistió en garantizar que todas las personas y los bienes estén protegidos por sistemas de alerta temprana y la necesidad de flexibilizar los horarios de los avisos, debido a los procesos de rápida intensificación que experimentan cada vez más los ciclones tropicales.

Estudios reconocen que una adecuada gestión de riesgos y la reducción de vulnerabilidades a nivel local puede mitigar el impacto nocivo de desastres naturales, lo cual debe ir acompañado de una mayor educación de la ciudadanía para elevar la percepción del peligro ante fenómenos extremos.

Entre otras fortalezas, Cuba dispone de un sistema de Defensa Civil, organizado desde el nivel nacional hasta el local, para ante situaciones excepcionales como huracanes, tornados, inundaciones o derrames de sustancias químicas, proteger a la población y la economía.

Dicho sistema incluye acciones de prevención, preparación, vigilancia, alerta temprana y pronósticos de peligro, la evaluación de variables y riesgos, así como el aviso y la orientación a la ciudadanía.

Desde 2022 echó a andar un proyecto que propone formular un Plan de Adaptación para la Zona Costera de La Habana, que considere los riesgos climáticos a mediano (2030) y largo plazo (2050) y las vulnerabilidades específicas e integre medidas de adaptación y decisiones de inversión en el proceso de planificación del desarrollo.

Esta iniciativa incidirá en una franja litoral de 47 kilómetros de longitud vulnerable al aumento del nivel del mar y a los fenómenos meteorológicos extremos, y donde residen más de 700 000 habitantes, 37 % de la población capitalina.

Con financiamiento del Fondo Verde del Clima, será implementado hasta junio de 2026 por la Agencia de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, en alianza con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

También en diciembre de 2022 inició el proyecto Resiliencia Urbana con el objetivo de fortalecer las capacidades de preparación del sector vivienda y planeamiento urbano en el municipio de La Habana Vieja, para responder al peligro de derrumbes y reducir sus impactos en las personas más vulnerables, así como aumentar la resiliencia.

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