Café + Chícharo = ¿? ≠ Café

Un recuento de las medidas estatales tomadas durante el pasado año desde la visión de la blogosfera cubana.

Archivo IPS Cuba

La Organización Internacional del Café ha estipulado que

“La maestra le pide a Pepito que vaya a la pizarra y escriba la fecha, y este escribe:

Habana, 18 de mayo de 2011

«Año del café mezclado»

La maestra, al ver eso, le dice alarmada:

-Pepito, ¿qué cosa es eso?, borra, borra-. A lo que Pepito contestó:

-No maestra, borra es el 2012, este es el del mezclado-”.

Publicado por Carlos Alberto Pérez Benítez, en La Chiringa de Cuba.

Desde el imaginario popular volvió Pepito cuando, el pasado año, el gobierno cubano adoptó la medida de distribuir el café de la libreta de abastecimiento mezclado al 50 por ciento con chícharos. 

Pepito es un niño en edad escolar, célebre protagonista de la sátira popular en diferentes países de América Latina. Con la ingenuidad y la sinceridad propias de la infancia, expresa las verdades más incómodas, personifica situaciones disímiles, preguntas indiscretas y respuestas inesperadas, que terminan generalmente descolocando la autoridad de los adultos.

En las historias de este inteligente y pícaro infante cobra voz el humor cubano. Sus anécdotas, que circulan de boca en boca, van desde la sexualidad y las penurias económicas, hasta la crítica política y la burla a las figuras públicas.

Pepito simboliza cierta disposición ante la vida que se halla en la raíz misma de lo cubano, y que hace que el nativo enfrente los problemas más serios de un modo muy peculiar. La expresividad del rostro y la gestualidad corporal, una sonrisa de complicidad o una trompetilla, pueden aligerar las circunstancias más complejas.

La historia, la geografía, la filosofía, la lingüística, la antropología, la etnología, explican esa actitud «suave» ante la vida: el “encardado choteo cubano”, considerado “enfermedad y virtud al mismo tiempo”.

En el conocido ensayo Indagación del choteo, Jorge Mañach lo define “como un hábito de irrespetuosidad motivado por un mismo hecho psicológico: una repugnancia a toda autoridad”.

“El choteo es más bien ingrediente de los pueblos caribeños, tal vez por haber compartido una mezcla racial, mecanismos coloniales de actitud férrea de las metrópolis, la inestabilidad política posterior que había que evadir, como (…) la bienaventurada circunstancia de tener condición insular”, según el filósofo Félix Valdés.

Descubrir a Pepito hablando del café con chícharos en la blogosfera, como canal de comunicación alternativa, es síntoma de vida del sarcasmo popular, de esa necesidad de despojar de poder legítimo una decisión cuestionada por el cubano de a pie, en un ejercicio “conciliador de tensiones”.

“El café es una bebida tradicional y sagrada para nosotros los cubanos, quienes podemos dejar de desayunar, de almorzar, e incluso de cenar, pero nunca limitarnos de probar una tasita de un buen café”, dijo Carlos Alberto Pérez Benítez, en La Chiringa de Cuba.

Arnaldo Ramos, en la bitácora Desde La Habana, coincidió en que: “El buchito tradicional de café es una costumbre ancestral en Cuba y en tiempos de penurias, como ahora, su carácter estimulante ayuda a paliar las deficiencias alimentarias. De ahí que esta medida haya traído entre la población mucha más inconformidad y comentarios que las otras malas noticias que llueven últimamente”.

Esta acción significó un retroceso, si se tiene en cuenta que desde 2005 se distribuía café puro por la libreta de abastecimiento. Aunque la calidad del producto se redujo a la mitad, el precio de la bolsa de 115 gramos de café con chícharos que recibe un cubano, mensualmente, solamente se ha rebajado en un peso –de cinco a cuatro pesos moneda nacional, lo que equivale a 0,15 dólares.

La Organización Internacional del Café ha estipulado que «los productos que contengan más de un cinco por cinerto de materia externa no deben usar el nombre de «café»», según expresó su Director Ejecutivo en Funciones, José D. Sette, en declaraciones publicadas en BBC Mundo.

“A mí, en lo personal, el paquete me da grima, de color negro le queda poco, y el sabor para qué describirlo. 50-50 no creo que realmente sea una fórmula justa”, consideró Carlos Alberto Pérez Benítez en su blog.

Las preocupaciones de Carlos Alberto sobre la calidad del producto van más allá del sabor. En su blog recogió imágenes de varias cafeteras explotadas con el pie de foto: “Así están cayendo las cafeteras… Como moscas!”

La medida se sustenta, según los argumentos del Ministerio de Comercio Interior cubano, en el incremento de los precios del café en el mercado internacional y la baja producción local.

El precio del café ascendió en 2011 en 69 por ciento en comparación con igual fecha de 2010, por lo que se decidió “producir nuevamente café mezclado con chícharo con destino a la cuota normada”, confirmó la nota oficial publicada en Granma.

Según la Organización Internacional del Café, entre las causas del aumento de los precios en 2011 están las condiciones climáticas, la reducción de la producción mundial y la creciente demanda del producto.

Sin embargo, Arnaldo Ramos se expresa descontento en su bitácora al recordar que “Cuba antes del triunfo de la revolución era exportador de café y azúcar, ahora se ha convertido en importador.”

Según cifras oficiales citadas por IPS Cuba, la nación caribeña llegó a superar las 60.000 toneladas de café, en 1961. “La falta de recursos impidió, por muchos años, que se sembrara café para renovar las envejecidas plantaciones. Un estudio —realizado en 1990— arrojó que la tercera parte de los sembrados había cumplido su vida útil por vejez o estado de deterioro, situación que trajo como consecuencia que los rendimientos se comportaran en el entorno de 30 por ciento de sus potencialidades”.

Todavía los precios que paga el estado a los productores son bajos, de acuerdo con los costos del cultivo, indica un artículo publicado en el periódico Granma en 2011. Esto ha favorecido la venta ilícita del producto, que, dada su creciente demanda, condiciona un mercado negro que parece incontrolable.

Los precios del café en las tiendas en divisas convertibles tampoco están al alcance del salario medio en Cuba. Mientras, Carlos Alberto Pérez Benítez se pregunta: “¿Y entonces ahora? ¿Y el buen café?”.

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