¿Cuba es excepcional en violencia de género?

Activistas e investigadoras analizan el caso cubano en el contexto global y muestran los pendientes en materia de protecciones necesarias para las víctimas y sobrevivientes.

El debate tuvo lugar en un salón del Instituto de Literatura y Lingüística, en La Habana.

Foto: Archivo IPS Cuba

La Habana, 28 feb.- Desde el activismo y la academia, con el respaldo de los escasos datos públicos disponibles, las violencias de género han dejado de percibirse como un problema menor o ajeno en Cuba.

En un salón del Instituto de Literatura y Lingüística, en La Habana, una treintena de mujeres debatieron, el 26 de febrero, sobre cómo se conecta y diferencia la situación cubana con la existente en otros países de la región de América Latina y el Caribe.

 

Género, raza y el nuevo feminismo en Cuba

Ese mismo día, el Coloquio Empoderamiento femenino, la igualdad y la no violencia, organizado por el proyecto TODAS en el Palacio del Segundo Cabo, en La Habana Vieja, posicionó el feminismo negro y la continuidad del movimiento como tema de debate.

Tras la presentación del documental En busca de un espacio, de la realizadora Marilyn Solaya, que descubre la historia de las feministas cubanas en la primera mitad del siglo XX, los participantes analizaron las ausencias que todavía puede tener el activismo de género.

Myrna Padrón, coordinadora del proyecto comunitario Casa Tomada MirArte, instó a una mirada interseccional del feminismo en cuanto a raza, sexualidad y clases sociales.

Dar mayor visibilidad a la historia y problemas de las mujeres negras en Cuba fue una solicitud recurrente entre las participantes.

La doctora Elvira Edwards, investigadora del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello, señaló que el feminismo en Cuba, casi siempre representado por profesionales y en espacios académico, debe mirar con mayor profundidad lo que sucede con las mujeres negras en barrios marginales.

“Qué está pasando con la educación de sus hijos, con esas familias, qué es lo que no estamos viendo”, cuestionó la profesora.

La actriz Liliana Lam dirigió la atención hacia la posibilidad de agrupar el activismo actual en una estructura similar a las que organizaron las feministas cubanas en el pasado para demandar el derecho al voto, a tener propiedades o la custodia de los hijos.

El debate inició con la ponencia “Normas, instituciones y sentidos comunes sobre las violencias de género”, de la investigadora Ailynn Torres Santana, que fue invitada por la Cátedra de Estudios de la Mujer Gertrudis Gómez de Avellaneda.

“No se trata de hacer comparaciones sino de conectar experiencias y definir estrategias de luchas compartidas, sin obviar las especificidades de Cuba”, aclaró.

Para definir este contexto en cifras, la última Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG-2016) reveló que el 39 por ciento de las mujeres en Cuba ha sufrido algún tipo de violencia en sus relaciones de pareja. La cifra global es de alrededor de 35 por ciento.

En el caso de los feminicidios, la tasa cubana ese mismo año fue de 0,99 por 100.000 adolescentes y mujeres cubanas de 15 y más años; pero solo se registraron las mujeres asesinadas a manos de parejas o exparejas y que para varios especialistas está por debajo del número real.

“Si se compara con la tasa de 10 de El Salvador, por ejemplo, puede considerarse baja. Sin embargo, si se mira la de países como Chile para ese mismo año (0,5), vemos que no es tan excepcional el caso cubano”, evidenció la académica.

Cambiar la mirada y el activismo

Entre las limitantes para abordar este tema en Cuba está la ausencia de datos específicos y el hecho de que los que existen solo se refieren a la violencia machista en espacios familiares, sin considerar la que se produce en los estudiantiles, laborales o públicos.

Torres insistió en la necesidad de mirar el problema desde una dimensión estructural no contingente, atendiendo a las desigualdades que lo sustentan.

“El hecho de que en Cuba, una de cada dos mujeres en edad laboral no sea parte de la población económicamente activa -al menos de manera formal- es una condición de posibilidad para que se produzca y reproduzca la violencia”, ejemplificó.

Para esta activista, es una ilusión creer que se va alcanzar una transformación sustancial con la sola promoción de cambios culturales: son necesarias otras líneas de trabajo tanto para el activismo como para las instituciones.

Ailynn Torres durante su conferencia coordinada por la Cátedra de Estudios de la Mujer Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Las experiencias de otros países apuntan a la creación de leyes específicas e integrales, y de normas y protocolos en espacios institucionales, educativos y laborales.

El 21 de noviembre de 2019, 40 mujeres cubanas, entre ellas Torres y varias de las participantes al encuentro, hicieron una solicitud a diputados para que promovieran en la Asamblea Nacional del Poder Popular una Ley Integral contra la Violencia de Género. La petición, que fue apoyada por la firma de más de 1.000 ciudadanos, no fue considerada en el cronograma de cambios legislativos que proyecta Cuba.

“Si bien, a diferencia de otros países, los asesinatos en Cuba no suelen quedar impunes, sí hay un abandono institucional durante todo el ciclo de violencia que conduce al feminicidio”, consideró Torres.

Las feministas Yulexis Alemeida (I) y Marilyn Solaya (D) coordinaron un debate sobre el feminismo negro en Cuba.

Deyni Terry, abogada en la sección de Género y Derecho de la sección habanera de la no gubernamental Unión Nacional de Juristas de Cuba, ratificó desde su experiencia profesional la necesidad de garantizar a las víctimas protecciones como un lugar seguro que las acoja.

La también abogada Darsi Fernández señaló la posibilidad de una acercamiento a instituciones educativas para incorporar la dimensión de género y el tratamiento del tema de la violencia en los programas escolares.

Otras participantes se refirieron a la necesidad de ampliar los espacios para la sensibilización y la prevención, así como lograr una mayor articulación del activismo. (2020)

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