Violeta Parra: entre la vida y el dolor

A cien años de su nacimiento, la Casa de las Américas rinde homenaje en Cuba a una de las más altas exponentes de la cultura chilena.

Violeta Parra tenía una fuerte personalidad, fue enemiga de las concesiones y con una absoluta incapacidad para darse un minuto de descanso.

Foto: Tomada de la Fundación Violeta Parra

Solitaria, inconclusa y desafiante, como su propia creadora, una arpillera de 136 por doscientos centímetros, escoltada por letras de canciones, rinde homenaje a la cantautora chilena Violeta Parra en el centenario de su nacimiento por intermedio de la exposición “Te alabo, amiga, compañera” en la Casa de las Américas de La Habana.

Me dicen las custodios de la muestra que esta es una obra que Violeta pensaba donar a la institución cubana y que nunca terminó. La fecha es de 1966, un año antes de que pusiera fin a su vida una tarde de febrero con un tiro en la sien.

De su obra plástica, Hombre con guitarra.

El homenaje a esta grande de la música y las artes latinoamericanas ocurre en el contexto de un Premio de Composición Musical que el día de su inauguración estrenó también dos temas de la compositora y cantante: “El día de tu cumpleaños” y “Mazúrquica Moderna”.

Según uno de los jurados procedente de Chile, Boris Alvarado, “cada cierto tiempo la familia Parra regala al mundo obras inéditas de Violeta. Recientemente dos nuevos temas vieron la luz pública con la condición de que tuvieran un tratamiento menos popular”.

Añade Alvarado que estas dos obras serían estrenadas mundialmente en mayo en Chile, sin embargo, con la autorización del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de la nación andina, se decidió hacer el estreno en La Habana, en el contexto del Premio de Composición Musical y en versiones corales.

Y es más que justo el homenaje a quien interrogada sobre cuál de las manifestaciones artísticas que cultivó seleccionaría, respondió: “Yo elegiría quedarme con la gente” a pesar de la contradictoria decisión de poner fin a una vida que según sus propias palabras le había dado tanto.

Dicen quienes la conocieron que era de personalidad fuerte, enemiga de las concesiones y con una absoluta incapacidad para darse un minuto de descanso. Así lo confirma su incansable manifestarse como cantante, poetisa, compositora, escultora, bordadora, ceramista y madre de cuatro hijos con dos de los cuales (Ángel e Isabel) formó grupo para dar a conocer toda la riqueza folclórica de su país.

La primera de sus vocaciones fue el canto. A los nueve años aprendió de manera autodidacta la guitarra y a los doce empezó a componer sus primeras canciones.

La obra plástica de Violeta está formada principalmente por arpilleras y óleos realizados sobre tela, madera y cartón. Sus temas son los de la vida cotidiana: familia, recuerdos de la infancia y pasajes de la historia. Fueron creadas entre los años 1954 y 1965 en Santiago de Chile, Buenos Aires, París y Ginebra, y han sido expuestas en varios museos del mundo.

De hecho fue esta chilena universal la primera que mostró su obra plástica en el Museo del Louvre, de París, ciudad donde también grabó sus primeros longplays con cantos folclóricos y originales.

Cantantes extranjeros de diversos géneros como Mercedes Sosa, Franco Simona y Plácido Domingo recogen canciones de Violeta Parra en sus repertorios mientras libros, películas y exposiciones mantienen vivo el legado de una mujer que fuera tradicional y pionera al mismo tiempo, y tan vanguardista como popular.

Dicen que fue su hermano, el gran poeta Nicanor, quien la estimuló a recorrer las zonas rurales de Chile para grabar y recopilar su música folclórica. En este sentido ella decía: “cualquiera puede hacer canciones y expresarse del modo que más le acomoda”.

Esta vocación por dar a conocer la voz de los más desfavorecidos y su inequívoca crítica social en una gran parte de sus composiciones hacen que se le considere como la iniciadora de lo que se considera la Nueva Canción chilena.

De su serie Arpilleras, Contra la guerra

Pero Violeta fue también la hacedora de inolvidables canciones de amor y desamor, resultado de una vida complicada con respecto a sus parejas. Es fácil adivinar que una mujer como ella tendría dificultades para ser comprendida y apoyada en su misión de embellecer un mundo que, sin embargo, pareció serle hostil a juzgar por sus textos desesperanzados.

Meses antes de acabar con su vida y a raíz del lanzamiento del que fuera su último disco, la Parra manifestó a un periodista: “Me falta algo, no sé qué es. Lo busco y no lo encuentro. Seguramente no lo hallaré jamás”.

Esta infelicidad no la contuvo para legarnos algunas de las obras más valiosas del patrimonio cultural de América Latina.

En la actualidad incluso los rockeros reconocen la profundidad de su música que ahora difunde y protege la Fundación Violeta Parra. En 1993 esta entidad publicó la recopilación de sus canciones bajo el título Virtud de los elementos que recoge unas setenta composiciones y cuenta con una introducción de nada menos que el trovador cubano Silvio Rodríguez.

En mi juventud solía escuchar mucho a Violeta Parra. En Cuba su presencia ha sido permanente mucho más con las visitas de sus hijos Ángel e Isabel casi siempre convocados por la Casa de las Américas.

Nada más justo entonces que sea esta institución la que nos recuerde que Violeta hubiera cumplido este año su centenario siempre agradeciendo a la vida que tanto le dio pero que ella consideró insuficiente.

Por suerte, dijo, tengo guitarra/para llorar mi dolor. (2017)

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